Por: Tomás Bulat
Las imágenes del jueves pasado de personas robando supermercados, pequeños negocios, destruyendo todo a su paso son imágenes de una sociedad que no nos gusta ver. Pero no es una excepción o anormalidad lo que sucedió ese día, es el resultado de una sociedad que desde hace varios años perdió el rumbo en sus valores de convivencia.
Responsables o culpables
Intentar analizar la situación de robos y saqueos organizados y masivos desde una visión unilateral del conflicto, resulta insuficiente, también es equivocado afirmar que se trata de una consecuencia de la pobreza. La pobreza no es símbolo de robar. Si bien la pobreza no ha bajado en estos años, tampoco ha subido de manera importante. Los niveles de pobreza de Argentina no son mayores a los de América Latina donde no se dan saqueos organizados. Tampoco hay un Estado ausente en políticas de ingresos. La cantidad de beneficiarios de políticas sociales entre jubilaciones, asignación universal por hijo, mas planes trabajar alcanza las 10 millones de personas.
El problema son ciertas reacciones empecinadas en la búsqueda de culpables y en no asumir las propias responsabilidades. Este gobierno tiene un discurso y una acción de fuerte presencia del Estado, lo que llama la atención es que se adjudique todo lo bueno que pueda suceder y busque culpables de todo lo malo. Esta no aceptación de las responsabilidades es lo que se transmite a la sociedad: si me va bien es todo gracias a mí, pero si me va mal, es culpa de otros.
Por otra parte, el discurso del vamos por todo, sin importarnos nada, también es parte de la lógica instaurada en la sociedad. Si el Gobierno va por todo, ¿por qué cada uno de nosotros no iría por todo también? Cuando uno va por todo, implica que las leyes son limitantes a nuestras necesidades y, por lo tanto, no hay que respetarlas. Hay una legitimidad acerca de que ante la existencia de un deseo o necesidad, debe ser satisfecho rápidamente sin importar las consecuencias. Y por supuesto no existen responsabilidades ni obligaciones.
Si no se aceptan nuestras responsabilidades y, por lo tanto, las consecuencias de nuestras decisiones, si los resultados no son los esperados, es necesariamente culpa de otros. La pobreza de cuna es inevitable, no es una opción. Uno nace donde le toca, pero después muchas de las decisiones son de cada uno. El Estado y la sociedad tienen el deber de ofrecer las oportunidades para compensar las diferencias de cunas, pero no hacerse cargo de la vida de las personas. Cada uno con su esfuerzo y trabajo se forja su destino y robar también es una elección individual. No una culpa colectiva. Que un grupo de personas decida robar no es culpa de la sociedad. Es culpa de la sociedad los valores que transmite. Si minimiza robar y no valora al que trabaja, esa sociedad definitivamente va camino a ser decadente.
Volver a las bases (valores)
Es necesario terminar con el vale todo, el vamos por todo, el hay para todos y todas. Ninguna sociedad debe generar expectativas que no puede cumplir y tampoco sus logros son diferentes a lo que hacen sus ciudadanos. Hay que entender que la riqueza de una sociedad no está dada. Un país puede tener un gran potencial de riqueza, pero el trabajo de cada uno de nosotros logra que eso se materialice. Si una sociedad no trabaja, es una sociedad pobre. Hay que promover el trabajo y la educación, sin culpa. El que trabaja y paga sus impuestos no es un boludo, y el que vive sin laburar tampoco es un piola. Esos valores descomponen la sociedad.
La asistencia social debe ser coyuntural para la vida. La asignación universal por hijo es hasta los 18, para tener recursos para formarse y criarse con salud y educación. Pero después cada uno se hace cargo de su vida. Vivir dando subsidios solo pervierte los valores de responsabilidad y esfuerzo. Se crea una relación de dependencia mercantil sin valores, solo siguiendo el dinero.
Dar plata no alcanza. Si no se acompaña con valores, con un proyecto de integración social, y la necesidad de sembrar futuro individual y social en base a los esfuerzos individuales y colectivos, dar plata solo daña.
La sociedad que tenemos no es la que queremos. No se cambia de un día para otro, pero para cambiarla hay que ser claros en lo que premiamos y lo que castigamos. Hagámonos cargo de nuestro destino y no busquemos culpables.
Las fiestas son un momento de celebración y reflexión. No pensemos solo en nuestros logros individuales o familiares, reflexionemos también la sociedad que estamos creando. Es ahí donde nuestros hijos van a crecer.