Por: Tomás Bulat
El 2012 llegó a su fin y el mundo no se terminó. Seguimos vivos (por suerte, porque ya tenía pagada parte de mis vacaciones), por lo que podemos dedicarle un tiempo a pensar para adelante, qué queremos no solo de nuestras vidas sino de nuestra sociedad.
Muchas veces las fotos son engañosas, por lo que siempre es mejor ver la película de una sociedad. Lo cierto es que la foto de nuestra sociedad hoy no es la mejor, pero tampoco la peor. Seamos sinceros, como sociedad hemos estado mucho peor, soportado dictaduras o desintegraciones sociales como en el 2001, pero también hemos estado mejor: con más clase media y con mucha mejor educación.
Argentina es uno de los pocos países que -sin sufrir una guerra externa o interna- ha tenido un deterior social muy marcado. Son pocos (y pongo pocos por las dudas, en realidad no conozco ninguno) los países en el mundo que han ido deteriorando su clase media, su infraestructura, su educación, su salud sin mediar más que malos gobiernos y la terrible falta de instituciones.
Me tomo el atrevimiento de recomendar leer para estas vacaciones el libro Por qué fracasan los países de Daron Acemoglu y James Robinson que salió en septiembre de este año en español. Es una recopilación de la historia de diferentes países que trata de explicar por qué algunas sociedades prosperan y otras no. Y -según mi opinión- más allá de los matices, es claro que la falta de instituciones que promuevan el desarrollo individual y el social explica esos fracasos. Los gobiernos que más tratan de controlar a sus ciudadanos y les ponen mayores restricciones son los que más retraso económico y social alcanzan.
Ningún modelo económico/social es ideal o está exento de contradicciones. Cada país va buscando su destino, pero con lo avanzado de la historia, mirar el pasado debería servir para aprender. La capacidad productiva y creativa está en las personas y en las empresas privadas. Hablo desde las pequeñas hasta las grandes. Cuando el Estado se pone a producir, termina haciéndolo de manera ineficiente y necesitando de ingentes subsidios. Los modelos de empresas energéticas con fuerte presencia estatal incluyen una apertura de su capital en los mercados bursátiles. Hasta las propias empresas estatales chinas, que han crecido enormemente, para mejorarlas abren su capital.
Esto es tan cierto como que el efecto derrame del mercado no existe. El crecimiento económico, si no tiene presencia del Estado, con reglas que limiten a los monopolios y políticas sociales que redistribuyan y ayuden a incluir a los marginados de las sociedades, no alcanza porque el mercado no lo resuelve. Los casos de Brasil o Chile son buenos ejemplos de esto.
Estos dos conceptos, más tener una macroeconomía estable, con baja inflación y tipo de cambio fluctuante (fluctuante quiere decir que puede subir o bajar en términos nominales) es también algo ya conocido como condiciones básicas para el crecimiento.
Argentina probó de todo en sus modelos y -como siempre- yendo a extremos. O privatiza todo o estatiza a los golpes. Debemos ser más racionales y menos pasionales. Debemos saber que priorizar pelearnos entre los argentinos no nos conduce a ningún lado. Esto no significa que no haya intereses contrapuestos, la vida es eso, pero la forma de resolverlo debe ser institucional.
Por lo tanto, me tomé el atrevimiento de recomendar una lectura y una reflexión. NO hay que inventar el mundo, ya está inventado y hay que aprender de nuestra historia para no repetir errores. Más educación, más racionalidad y menos pasión. Hay muchos argentinos que necesitan que este país prospere con crecimiento, menor pobreza y mayor libertad.
Que tengamos un feliz 2013.