Por: Tomás Bulat
En los últimos días hemos asistido a una importante cantidad de anuncios de fuertes inversiones en obra pública. Se anunció el llamado a licitación de las represas en Santa Cruz por un monto estimado de 21.500 millones de pesos. También se anunció la renovación de 6.900 kms de vías de los trenes del país. A esto se suma la prometida finalización de Atucha II. La puesta en marcha de la generadora eléctrica de Rio Turbio, más las inversiones en caminos, más el PRO.CRE.AR, etc. Inversiones en infraestructura que son requisitos imprescindibles para que la economía argentina pueda seguir creciendo.
Pero los recursos que se necesitan son realmente muy grandes. El gobierno nacional ha tenido superávit fiscal durante toda la gestión hasta el 2011, pero hoy ya no cuenta con esos recursos.
En esta o la próxima semana se conocerá finalmente cómo fue el cierre fiscal del año 2012, que se estima será el primer año que haya déficit primario. Es decir que el gobierno necesitó endeudarse para poder cumplir sus compromisos. Ya no le alcanza con lo que recauda para sus gastos operativos, ni hablar de cumplir sus deudas.
Entonces este ambicioso plan de inversiones, que es necesario, puede quedarse en meros anuncios si el gobierno no garantiza sus fondos. La creación de fideicomisos públicos no ha garantizado hasta ahora que muchas obras iniciadas, sea en viviendas o en caminos, se terminen en tiempo y forma; son conocidos ya los retrasos en las pagos a las empresas constructoras vinculadas a dichas obras públicas.
Estas inversiones estructurales no tienen impacto electoral ya que son a largo plazo y, por lo tanto, tampoco tienen un gran debate social a pesar de los ingentes recursos que utiliza.
Inversión y eficiencia
El otro gran tema que los argentinos no debatimos socialmente es la eficiencia y lógica de las inversiones y los recursos que para ellas se utilizan. Así es como muchas veces en Argentina se gasta mucha plata en inaugurar obras, y poco o muy poco en mantenerlas, cuando todos sabemos que mantener es más barato que construir de cero.
Hoy las decisiones están tomadas. Estamos terminando Atucha II, que se construye en Lima, provincia de Buenos Aires. Una central atómica en el medio de las dos urbes más grandes de la Argentina, a 100 km del Congreso y 200 km del monumento de la bandera. Un país de miles de kilómetros, muchos de ellos deshabitados, y las centrales nucleares están en el medio del 50% de su población.
Después se construye una planta generadora de electricidad con carbón en Santa Cruz, cuando es bien conocido su impacto ecológico negativo, y se realiza en una zona de vientos más que propicia para la construcción de un gran parque eólico.
De todas maneras, vayamos por partes: sería deseable, entonces, que al menos las obras que se anuncian se terminen. La incógnita está puesta en los recursos necesarios. Como ya no alcanza para todo, la materialización de proyectos dependerá de las prioridades del gobierno y qué actividades decida dejar de financiar para pagar estas obras.
De no ser así, serán anuncios, pero no realidades.