Por: Tomás Bulat
Finalmente se vino el enroque de gabinete, no el cambio de gabinete. Fiel a su estilo, la Presidente hace básicamente movimiento de lugares, pero no cambia la gente.
Capitanich pasa de gobernador de Chaco y el primero en hablar por videoconferencia luego del “triunfo electoral” de gobierno en las pasadas elecciones del 27 de octubre, a jefe de Gabinete. Kicillof, de ministro informal a ministro formal. Lorenzino, de negociador de la deuda informal a formal. Fábrega, del Banco Nación a presidente del BCRA (el mismo derrotero que su antecesora Mercedes Marcó del Pont). Y el jefe del INTA, a ministro de Agricultura.
Como se ve no hay cambios, hay enroques. El objetivo del enroque es claro: delegar parte de la gestión diaria, para recomponer poder.
Capitanich 7×24
Capitanich es un hombre de gestión. Está en su esencia. Trabaja 7 días a la semana y 24 horas por día. Todos saben que lo hace porque quiere ser presidente de la Argentina, meta que se propuso hace 30 años y cuyo camino va recorriendo a fuerza de trabajo y carisma.
Ya fue todo: secretario de estado en Desarrollo Social con Menem, jefe de Gabinete con Duhalde, senador con Néstor y ahora jefe de Gabinete con Cristina. Lo que se dice un peronista de oficio. Su ideología, si bien tiene estudios en el ESEADE (no de izquierda, precisamente), es la de estar siempre cerca del poder.
Capitanich no asume para esperar órdenes para ejecutar en lo cotidiano, y seguramente avanzará muchas veces sin pedir permiso. Pero tiene muy en claro sus límites: el límite es el poder y hoy lo tiene Cristina.
Tiene que mejorar las cosas para ser el sucesor de Cristina, pero necesita su aprobación y hoy es el último día que hablarán bien de él los más cercanos a la Presidente.
Hay que tener en cuenta que Capitanich es peronista, no cristinista.
Kicillof, el empleado brillante
Muchos diarios hoy hacen énfasis en cómo Kicillof ganó poder dentro del gobierno, lo cual no es tan claro todavía. Básicamente por una razón no muy conocida: Kicillof siempre fue el empleado brillante de Capitanich. Lo fue cuando estuvo en el Ministerio de Desarrollo Social, luego en su consultora M-Unit (con extensos antecedentes de asesoramiento al gobierno formoseño de Insfrán), y finalmente en el Senado cuando fue presidente de la Comisión de Presupuesto.
Por lo tanto, existe una vieja y fuerte relación de jefe y empleado que hoy reaparece en el gabinete nacional. Capitanich ha sido históricamente el jefe de Axel. Es por ello que no resulta claro que el flamante ministro de Economía vaya a contar con mayor independencia, dado que se encuentra su jefe histórico como Jefe de Gabinete.
Un interrogante obvio se vincula al rol de Moreno. Por ahora para Guillermo hay otro ministro joven y “pintón” como Lousteau, Boudou o Lorenzino. Es decir, nada nuevo para su propio funcionamiento dentro del gobierno. Veremos si podrá mantener sus actuales márgenes de acción y cuánto más podrá avanzar.
El BCRA, la gran incógnita
Fábrega era una movida esperada, no porque sea la persona más idónea para el lugar, aunque de bancos conoce mucho, sino porque muestra que el actual ministro de Economía y el jefe de Gabinete no saben mucho de economía monetaria ni de sistema financiero y quieren alguien que al menos sí sepa qué es un banco.
Ya veremos cuál será el poder de acción de Fábrega, pero dada la historia reciente, el Central seguirá básicamente financiando el déficit del sector público e interviniendo más en el mercado cambiario y financiero, sin ninguna modificación en su rol. No parece que vaya a cumplir ningún rol importante en un plan antiinflacionario.
En eso no hay ningún cambio. Lo que es cierto es que el sistema financiero al menos encuentra una persona que habla su mismo lenguaje y que tendrá un interlocutor, aunque aún no sepamos con cuánta libertad de movimiento.
Enroques sí, ¿pero cambios?
Capitanich va a dar algunas señales para tratar de volver a conseguir dólares. Esos gestos traerán dudas al mercado, pero difícilmente den vuelta la desconfianza general existente, por lo que el deterioro macroeconómico continuará si el enfoque del problema actual prevalece. Y esto por ahora no cambia.
Seguramente Kicillof será el malo con “el mercado” y Capitanich el negociador final con el sector privado. Habrá idas y vueltas. Pero hay algo que ambos tienen en común: se consideran muy inteligentes, muy voluntariosos y muy trabajadores, y están convencidos de que con eso alcanza para poder manejar los desequilibrios económicos.
Una versión, por ahora menor, de la vuelta de Cavallo en el gobierno de De la Rúa, que venía con todo eso a resolver los problemas sin cambiar nada. Todos conocemos el final.
Mucho trabajo en la dirección equivocada, sólo acelera los problemas, no los resuelve.
Por ahora, la gestión diaria tiene un nuevo conductor, pero el poder sigue estando en el mismo lugar.