Por: Vladimir Kislinger
Debemos reconocerlo, no somos un país de emigrantes. Años atrás, nuestros bisabuelos, abuelos y padres llegaron a nuestro hogar, Venezuela, huyendo de tantos males que aquejaban al mundo durante la última década del siglo XIX y las primeras cinco del XX. Somos una mezcla rica en cultura, en conocimientos, en educación y costumbres, sin dejar a un lado que siempre existe ese detalle agridulce entre las cosas buenas y malas.
Nuestra música, la cual por cierto no ha sido muy difundida globalmente, salvo contadas excepciones, demuestra esa fusión que tanto nos ha alegrado el alma, dándonos sabor, pero con inteligencia, tal como dice Guaco “…música pa´los pies y pa´la cabeza”, teniendo la dicha de contar con las mejores sinfónicas infantiles y juveniles de toda la historia, de tener talentosos intérpretes y directores que deslumbran al crítico más afamado y de ser, sin duda alguna, un país que siempre se caracterizó por llevar el buen humor por delante.
Hoy día, parte de ese humor, de ese talento, de esas ganas de ser venezolano se “enmaletaron” y tomaron un vuelo a cualquier destino que requiera al menos un pasaporte vigente. Peregrinamos el mundo en cuestión de días, de meses. Rompimos abruptamente con esa famosa frase: “los venezolanos no somos emigrantes, nosotros nacemos, crecemos y morimos en nuestra tierra”.
Pero les tengo una noticia. Aunque nos fuimos, no nos hemos ido. Porque no se trata de idioma ni de adaptación. He descubierto que aunque muy golpeadas y con la moral muy baja, nuestras costumbres e identidad nacional son tan fuertes que no pueden reemplazarse tan fácilmente. La clave de todo esto se encuentra en la idiosincrasia, repito, con todo lo bueno y lo malo. De allí lo difícil de adaptarnos a nuevas culturas. Y sí, lo sé, somos muchos los que lo hemos logrado, pero también debemos reconocer que aunque cada quien esté por su camino, hay un epicentro que sigue retumbando y queda en nuestra patria, Venezuela.
Allí es cuando te das cuenta de que el aprender otra lengua no basta, porque en sus letras no están tus costumbres, tu manera de pensar, tus modos de actuar. Por consecuencia seguimos aquí, en Venezuela, aunque nos hayamos ido. Algunos por razones económicas, por un tema de seguridad, o por razones políticas. Pero sea cual sea la razón, seguimos aquí, para la desgracia de algunos que con la “huida” pensaron que no seguiríamos luchando por un mejor país, por un mejor destino para nuestros familiares y amigos, por justicia, seguridad, prosperidad y sobre todo oportunidad.
Pronto, no sé cuándo ni cómo, esa oleada de emigrantes a la fuerza retornará con la ganancia de conocer, compartir y aprender de otras culturas, y como aquella frase bíblica “para todo el que cree en Dios todas las cosas ayudan a bien”, toda esta pesadilla vivida en tantos años significará el parto de un país que rescatando su verdadera identidad se reconstruirá a punta de esfuerzo, méritos y dedicación.
Afortunadamente los venezolanos estamos por entendernos ¿cierto?