Por: Walter Schmidt
“Unidos o dominados” ha sido uno de los preceptos del peronismo de Perón, que alertó sobre las consecuencias negativas que tendría el Movimiento Nacional Justicialista, con su columna vertebral en el sindicalismo, si se producía una división de esa fuerza política.
Esa lógica permitió, a lo largo de su historia, que el peronismo siempre promoviera la necesidad de contar con un líder, una cabeza. Internas, disputas, discusiones, hasta que el ganador fuera entronizado y, una vez ocurrido, todos a encolumnarse detrás de él. Ese, y no otro, ha sido uno de los factores principales de la supervivencia del PJ en el poder, a diferencia del Radicalismo, que siempre necesito un líder natural.
Por estas horas el sindicalismo atraviesa un proceso de movilización interna. El sindicalismo de izquierda, la CTA pro oficialista de Hugo Yasky y la CTA Autónoma y opositora de Pablo Micheli miden fuerzas con el gobierno. En cambio el sindicalismo peronista, fraccionado en la CGT Azopardo de Hugo Moyano, la CGT oficial de Antonio Caló y la CGT Azul y Blanca de Luis Barrionuevo, está mirando mas allá y quiere evitar que el próximo gobierno, que suceda al de Cristina Fernández, los encuentre divididos.
“La idea de la unificación debería ser antes del proceso electoral. Nos preocupa que lleguemos divididos cuando asuma el nuevo gobierno”, admitió un histórico dirigente sindical.
No se trata sólo de la preocupación por el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, al aumento de las suspensiones y la baja inicial del empleo, la informalidad laboral o la inflación. Todos reclamos que, mas allá del perfil oficialista u opositor de los dirigentes gremiales, el gobierno nacional ha evitado dar respuestas o se ha negado a cambiar sus decisiones. De lo que se trata es de “poder”, y el sindicalismo hoy sabe que cualquier gobierno prefiere varias CGT débiles y no una sola, unificada.
En ese proceso, la clave es el paso al costado que está dispuesto a dar Hugo Moyano y Antonio Caló. Sobre todo el camionero, que tiene los lazos cortados y sin retorno con dirigentes de peso como el mercantil Armando Cavalieri. Los separa la época en que Moyano le quitaba afiliados a los mercantiles y se los llevaba para su gremio. En el lenguaje de los gremialistas, una ruptura de códigos.
Los caciques sindicales ya han comenzado a sondear a quien será el próximo presidente, por eso se han repartido en adhesiones y contactos con Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa. Por las dudas, tienes huevos en todas las canastas. Pero llenarán la que sea elegida por la ciudadanía en las elecciones generales del 2015.
La falta de un referente gremial, abre las puertas a un triunvirato. Los nombres que se barajan para un esquema tripartito son varios, como Andrés Rodríguez, Omar Maturano, Juan Carlos Schmid, José Luis Lingeri, Héctor Daer. Ninguno de ellos con peso propio suficiente para convertirse en el “nuevo Moyano”.
Sin embargo, como en el peronismo el poder no se comparte, una conducción tripartita podría llegar a ser una solución pasajera, hasta que emerja “el dirigente”.
El gobierno de Cristina Fernández creyó ganada la batalla cuando la Presidente primereó a los sindicalistas opositores y los acusó, por adelantado, ante cualquier “matiné” o casos de saqueos o rebeldías generalizadas que se produjeran en el país para el fin de año. Esa advertencia obligó por cierto a Moyano y Barrionuevo a desandar la idea de un nuevo paro con movilización. Pero, por el contrario, alimentó la idea de la “unidad” tan remanida.
Ante ese panorama, antes de fin de año volverán a reunirse los principales referentes de Moyano, Caló y probablemente de Barrionuevo. Todos saben, hacia adentro, que en la medida en que la situación económica puede complicarse más, los tiempos de la reunificación se acelerarán. Así, nadie descarta “novedades” importantes de aquí a diciembre. Aunque la mayoría considera que será en marzo o abril donde comenzarán a escucharse las definiciones.
Por el momento, lo que está previsto es un plenario de dirigentes de las distintas centrales obreras y un documento que defina el lineamiento que deberá tener la “unidad” y la futura CGT.
Lo que es necesario recordar es que siempre que un gobierno nuevo asumió en la Casa Rosada, a la mesa se sentó una CGT única. Luego, como una defensa ajedrecística, esa CGT terminó dividiéndose en oficialista y opositora, para volver a unirse en el próximo gobierno. En eso están.