Por: Yamil Santoro
Hola, mamá. Esta carta llega, quizá, un poco tarde. Hace una semana hubiese sido tu cumpleaños y aunque vos ya no vivís pendiente del calendario, no dejo de sentir lo que para mí es un atraso. ¡Tengo tanto por contarte!
Qué bodrio venir a morirse justo ahora, cuando acá las cosas están tan interesantes. Vienen visitas a la Argentina. ¿Qué si viene Luismi otra vez? No má, no… ¿Te acordás cuando te fuiste hasta Las Vegas para verlo? El otro día encontré las fotos de ese viaje que hoy ya no podrías hacer por muchas causas, y temo que la muerte no sería el obstáculo mayor. No, no. Otra visita. No, Ricky tampoco.
Esta semana viene el IUPD (Ilegítimo y Usurpador Presidente-Dictador) Nicolás Maduro y los kichneristas ya están acampando frente al hotel como las colegialas noventistas que esperaban a Luismi.
Vienen los fachos vestidos de rojo y los pichones que tenemos acá irán a aplaudirlos. Y cuando pienso en vos, creo que peor que la muerte es la ausencia de libertad, mamá. Ya sé, vas a decirme con tu tono amoroso de siempre: “Sabés todo lo que te falta vivir?”. Sí, espero que mucho. Y te retruco: “¿Estuviste encerrada alguna vez? ¿Te insultaron o golpearon por pensar diferente a lo impuesto?”. Y entonces me doy cuenta de lo idiota de mis preguntas: olvidé que después de papá te casaste con un hombre como esos que parecen buenos y resultan ser golpeadores y llenos de vicios. Un tipo enloquecido de poder. ¿Era así antes de tenerlo o fue el poder que lo transformó en un ser despreciable? ¿Será porque nadie le puso un límite que llegó a hacernos lo que nos hizo?
Y ya sé, esto es demasiado personal, pero lo personal también es social, es de todos. Esto ya lo viví. Por eso cuando en la Asamblea Nacional de Venezuela molieron a palos a los diputados opositores y a nuestra Cancillería no se le cayó ni un guiño por lo bajo (reprimieron civiles a mansalva; se robaron las elecciones; mintieron sobre la muerte de Chávez y destruyeron esa Democracia Republicana que tanto te gustaba), yo sentí que eso también te lo hacían a vos, y me lo hacían a mí.
Entonces, no esperes que me quede de brazos cruzados, má. Vos me conocés mejor que nadie. No alcanza con votar, ni tampoco con ser fiscal. La libertad se defiende todos los días poniéndole frenos al avance de los fascistas y autoritarios, no importa si son nacionales o importados. Porque los fascistas son siempre iguales, como ese poco hombre que te golpeaba. Y sin embargo, mucha gente quiere estar en la foto con ellos, porque son, de algún modo, seductores. Y se dejan seducir aunque tengan que maquillar los golpes o hacer como que los moretones de otros no existen. Golpes a todas las Noras golpeadas, golpes a la Justicia, a la Democracia, a la Libertad. Ahora que lo pienso, todas mujeres.
Y junto a los golpeadores, armando su brazo, estarán los de siempre: los cagones, los colaboracionistas, los cómplices, los aplaudidores. Esos que ven fajar a una mujer y no dicen nada, o sospechan que algo habrá hecho para merecerlo.
Perdoname, mamá, por no haber sido lo suficientemente fuerte, o grande, para evitar que te maltraten. Pero ahora ya lo soy, y junto con muchos otros como yo, otros blue, vamos a pelear contra los rojos. Al menos algunos fascistas sabrán lo que es un límite. Que la defensa de la Libertad honre tu memoria.
Te dejo, Resquiecat in pace, mamma.