Nunca más la violencia política

Yamil Santoro

Este fin de semana hubo dos hechos de violencia política que merecen nuestro total repudio: un ataque con un escopetazo a un local de La Cámpora en Mar del Plata y un ataque con tiros desde un balcón a un local de Nuevo Encuentro donde hirieron a dos militantes. Más allá de haberme contactado con algunos dirigentes del kirchnerismo para expresar mi solidaridad y ponernos a disposición para ayudar, quisiera compartir algunas reflexiones sobre este delicado tema.

La violencia nos afecta a todos. La violencia fruto de la intolerancia es incompatible con la democracia. Implica censurar o castigar a alguien por lo que piensa o dice y viola un pilar fundamental de la convivencia democrática y republicana. No importa quién la sufre, sea o no de nuestro agrado, ataca a los cimientos mismos de la República Argentina.

Debemos destacar que la violencia política no es un hecho nuevo en la Argentina de los últimos años. Hay que hacer memoria y recordar, por ejemplo, que durante las elecciones del 2015 fue asesinado en Jujuy el joven radical de Cambiemos Ariel Velázquez, presuntamente por la Tupac Amaru de Milagro Sala. O la infinidad de ataques que sufrieron los locales y los equipos de unión PRO durante la campaña a lo largo de todo el país, como en Bariloche, Viedma, General Roca, Río Gallegos, Resistencia Chaco (donde los atacantes se grabaron), Villa Nueva, La Plata, Constitución (donde se usaron dos bombas), Avellaneda, Morón, Posadas, Almirante Brown, sólo por nombrar algunos casos. Muchas veces hubo un silencio cómplice de parte de ciertos actores políticos.

A eso se deben sumar los casos de violencia institucional de funcionarios públicos, los escraches a periodistas, el uso discrecional y discriminatorio de los fondos públicos, las amenazas, las presiones y tantas otras cosas a las que lamentablemente nos quisieron acostumbrar durante los últimos años. Hechos que también gozaron de la complicidad perversa del silencio de muchos. Todos los hechos anteriores son incompatibles con la Argentina que estamos tratando de construir, esté quien esté del otro lado y cometa quien cometa la violencia. Esas son cosas que no debemos permitir que pasen en nuestro país y se requiere un compromiso de toda la sociedad y de los actores políticos. La democracia necesita que mantengamos ciertas reglas básicas de convivencia y de respeto por el contrincante ocasional. Requiere que sustituyamos los golpes por diálogo y debate. Requiere que usemos argumentos en vez de piedras, ideas en lugar de garrotes.

Me he comunicado con dirigentes juveniles de diversos espacios políticos para que juntos expresemos nuestra solidaridad con quienes fueron víctimas de la violencia política. Repudiamos la actitud cobarde de un par de energúmenos que no entienden que aquel que piensa distinto no es nuestro enemigo y que las diferencias se deben resolver siempre dentro de los márgenes de la ley.

Quiero repudiar, además de los ataques, la actitud de ciertas personas que, sin tener base para dudar de la legitimidad de las denuncias, proponen que fue un autoatentado. Creo que es muy grave invertir la carga de la prueba de quien ha sufrido violencia y en parte es una forma de naturalizar o justificar la agresión.

Espero que sea la última vez que vemos este tipo de hechos en democracia. Es importante entender dónde termina la expresión de nuestras diferencias y el juego de competencia democrática y dónde empiezan los derechos de los otros.

Siempre estaremos presentes para marcarle los límites a la intolerancia. Me despido con este poema de Martin Niemöller, “Cuando vinieron los nazis…”:

 

Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,

guardé silencio,

porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,

guardé silencio,

porque yo no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,

no protesté,

porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a por los judíos,

no pronuncié palabra,

porque yo no era judío.

Cuando finalmente vinieron a por mí,

no había nadie más que pudiera protestar.