Por: Yamil Santoro
¿Cómo vencer al kirchnerismo? ¿Cómo unir a la oposición? Aunque las movilizaciones son una forma interesante de dejar en claro nuestra disconformidad con este gobierno, no representan una alternativa a lo que hay. Para ser opositores no alcanza con sostener una bandera, tampoco con quejarse de todo lo que haga el kirchnerismo y, sin dudarlo, Jorge Lanata no puede marcarnos la agenda. Agradezco como ciudadano su trabajo periodístico y defenderé su libertad, pero no hace a la construcción de una alternativa política.
Los partidos políticos son la incubadora de proyectos políticos alternativos que deben superar al kirchnerismo para volver a la senda democrática y republicana del progreso. El kirchnerismo no tiene un plan. No obstante, existe una seria dificultad para establecer la unión a falta de incentivos para consolidarla. Se discute la unión en base a personas en vez de hacerlo en base a medidas concretas de gobierno, encubriéndose así la falta de interés, inteligencia o mezquindad para concretar la unión.
La paupérrima militancia que poseen la mayoría de los partidos (kirchnerismo incluido) responde a que las campañas están orientadas a ensalzar líderes y personas en vez de aspirar a la construcción de un proyecto inclusivo e integrador. Si sumamos las reglas de juego cerradas, por ejemplo, de determinar los puestos de una lista a dedo o evitar las internas abiertas, no es sorprendente que no haya un aluvión de participación ciudadana que debiera ser la traducción lógica de las multitudinarias movilizaciones y el malestar social. Hijo de ese espíritu de cerramiento, de la vieja escuela política, es el “Proyecto Lavagna” que está dinamitando las posibilidades de que el PRO multiplique sus bases y participación.
Necesitamos un plan de gobierno, una hoja de ruta consistente en soluciones para nuestros problemas actuales y futuros. Los debates eventuales deben darse sobre cómo será el post-kirchnerismo. Este permitirá incluir a toda la sociedad: nadie debe quedar excluido en el proceso ni en el producto.
Debemos ejercitar y desarrollar la tolerancia no sólo entre los actores opositores sino también hacia a los kirchneristas sin perder la vehemencia necesaria para poner límites y perseguir a los corruptos. El post-kirchnerismo, el post-modelo, no debe confundirse con el antikirchnerismo. El país debe construirse con todos. No repitamos los errores de este “modelo” que atenta contra los valores fundamentales de nuestra Constitución Nacional. Hay que superar la división y la anomia impuesta por Cristina Kirchner y sus adláteres.
En este sentido vengo trabajando hace meses reuniéndome con todos: sindicalistas, empresarios, banqueros, legisladores, diputados y senadores, peronistas, radicales, liberales, socialistas, comunistas, nacionalistas, kirchneristas, inversores, acreedores locales e internacionales, obreros, activistas, académicos; todos, sin exclusiones de ningún tipo basadas en causas ideológicas o personales.
Para poder armar dicho plan hay que escucharnos, reunirnos y pensar colectivamente. Este proceso de interconsulta será de por sí la base más sólida de cualquier plan y unión. Cuando uno quiere escuchar, hay gente dispuesta a hablar. Hacer este trabajo cuesta. En lo personal he invertido tiempo y dinero en reuniones y viajes. Gracias a este espíritu de unión fui bien recibido y hasta invitado para intercambiar ideas. Dichas invitaciones me hicieron viajar, por ejemplo, a Brasil donde pude entablar diálogo con activistas de redes y miembros de una ONG vinculada a los tenedores minoristas de deuda argentina (ATFA). Esta última reunión me resultó interesante para escuchar otras voces rara vez oídas, más allá de la reserva que tengo en relación a la legitimidad originaria de varias de nuestras deudas públicas.
Si bien nosotros los políticos podemos tener propuestas atrayentes, y además puede haber entre nosotros algunos más inteligentes y capaces que otros (este contraste resulta fácil si tomamos como parámetro a D’Elia o Lubertino), creo que ya no es tiempo de erigirse como grandes iluminados; estamos en una etapa donde la capacidad de coordinar voluntades y de liderar son valores que están por encima de cualquier inteligencia particular y proyecto personal.
Trabajar en el armado del plan es la nueva forma de hacer política, de construir las bases de un nuevo contrato político. Desplaza la zoncera de debatir las personas antes que las ideas. Argentina necesita un plan para poder aspirar a la paz y al progreso. Habrá quienes intenten sabotear el diálogo y la construcción diciendo que existe un sesgo ideológico, intereses económicos ocultos y otras excusas para negarse a dar el paso hacia el futuro y la unión.
Renuevo mi compromiso en pos de seguir sumando voces al debate y convoco a quienes compartan este espíritu a trabajar unidos. Debemos escucharnos sin prejuicios y miedos para retomar la senda planteada en el preámbulo constitucional. Sólo así podremos constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para todos nosotros, los que habitamos el suelo argentino.