Por: Yamil Santoro
Ficciones. Los mitos habitualmente sirven para esconder hechos y ocultar relaciones existentes entre distintas personas o eventos. Algunos dicen que mentirle a un niño acerca de la existencia de tal o cual criatura es hacerle un favor. Les propongo pensar juntos el mito del control de precios.
Los cuentistas que hacen del relato su negocio apuntan al aumento de precios y falsean la relación causal, niegan su origen, culpan del aumento al empresario hablando de ganancias extraordinarias. Esto es falso, es contar el final de la historia. Si fuera cierto, los amplios márgenes de ganancia del sector captarían el interés de inversores y emprendedores quienes, convencidos de poder ofrecer un mejor precio por igual o mejor producto, se sumarían al rubro. Pero ¿dónde están esos empresarios?¿Dónde están esos negocios nuevos? Con Papá Noel.
El control de precios es similar a una medicina localizada que busca aplacar la fiebre. La fiebre es un síntoma; si la escondemos, la enfermedad igual continúa. Aunque se oculte el aumento de precios de ciertos productos en los supermercados, el aumento se trasladará a otros bienes. La presión sobre los precios tiene otro origen.
¿Por qué aumentan? ¿De dónde viene la inflación? El origen es monetario y se instala por cuestiones estructurales. La emisión monetaria (cuántos billetes se imprimen) y la tasa de encaje (qué porcentaje de lo recibido presta una entidad financiera) son dos de los factores determinantes para entender los orígenes de la oferta monetaria.
El origen monetario se relaciona con el aumento en la cantidad de dinero circulando en una economía. Para esto debe considerarse el total de billetes que está en circulación más la cantidad de veces que dicho dinero ha pasado por el sistema financiero, el cual multiplica la cantidad de dinero. Si se depositaran $100 y el banco o prestamista, con un encaje del 50%, resolviera prestar la mitad, se tendría un total de $150 en circulación. Esos $50 prestados pueden volver a depositarse y se obtendría un total de $175 tras otro préstamo y así.
Cuando el gobierno utiliza la maquinita de imprimir billetes comienza a observarse un desajuste en el sistema. Donde antes había “X” cantidad de dinero, ahora hay más dinero, es decir “X + 1”. En situaciones de moneda sana, los precios tienden a estabilizarse dado que se empieza a establecer un consenso progresivo que se afirma con millones de operaciones que van estableciendo las preferencias de los consumidores y dejan en claro que determinada cantidad de un producto equivale a tanta cantidad de otro. Así los precios se van constituyendo por una sumatoria de decisiones y apuestas en todo el circuito comercial.
Cuando la moneda, mercancía de referencia del resto de las mercancías, comienza a aumentar, llega la confusión, el oportunismo y el pánico. Si cierta cantidad del producto “Y” antes se canjeaba por determinada cantidad de moneda “X” y se aumenta la cantidad de dinero, más personas demandarán una misma cantidad de productos o algunos estarán dispuestos a pagar más por lo mismo.
En nuestro país, lo que está ocurriendo no es un incremento del precio relativo de un producto, sino que se deprecia el valor de la moneda: el peso argentino. Distinto es el aumento propiamente dicho que acontece cuando se modifica el valor relativo entre un producto y otro. Si antes se necesitaban tres patos para comprar un chancho y ahora se necesitan cinco patos para comprar la misma cantidad de chanchos, entonces el pato perdió valor. El pato es el peso argentino.
Frente a un aumento real, los consumidores decidirán si el nuevo valor propuesto por los comerciantes es aceptable o no. Compran o no compran. La variación en la demanda promueve que varíe el precio y la producción. Un incremento real de la demanda genera presión para que aumente el precio y producir más. Pero eso no pasa en Argentina. Acá nos encontramos con el peso argentino, mercancía maldita manipulada por el gobierno que aumenta su producción independientemente de si la gente lo demanda.
El gobierno imprime billetes aunque nadie se lo pida. Con el dinero inventado paga deudas, subsidios, salarios, gastos, generando un desajuste en la economía. Frente a este desfasaje los empresarios reaccionan aumentando sus precios, sea para aprovechar la nueva demanda o porque sus proveedores aumentaron los precios. El problema es que el aumento sostenido de la demanda impide que caigan, por ende el sistema tiende inevitablemente a aumentar.
Cuando distintos mecanismos de ajuste interno del sistema reaccionan para compensar la depreciación de la moneda el mal se instala. Jubilaciones, salarios, alquileres, tasas de interés, comienzan a ajustarse previendo el desfasaje monetario. El sistema empieza a prever la distorsión y la incorpora como un hecho.
Ante esta situación general de reajustes de precios, algunos empresarios o sectores presionan para modificar su precio relativo y “ganar” aprovechando el problema de falta de precios de referencia. Quien se anticipa y negocia mejor que otro, compensó la inflación y aumentó mientras que otro espacio perdió ingresos reales.
La inflación es tierra fértil para el oportunismo producto de la falta de información fehaciente dentro del sistema, y hace estragos en quienes no sepan incorporarla como un dato. Además, es el peor impuesto a los pobres y a los grupos con escasa capacidad de presión. Los incentivos dentro del mercado pasan de producir mejor o a menor precio a tener que hacer lobby a fin de lograr que en los reajustes (paritarias, subsidios, etc.) su sector resulte más beneficiado que otros. El sistema privilegia estrategias que buscan una transferencia de rentas inmediata sin una generación real de riquezas. Perdemos todos, ganan los vivos.
Con espíritu navideño, el gobierno saca a la calle sus perros para controlar las consecuencias de la política monetaria infeliz que lleva adelante. Además, pone cepo al acceso a otras monedas para ocultar la depreciación del peso argentino y niega que en el mundo hoy tenga tanto valor como un billete del Estanciero. El gobierno nos miente con múltiples medidas que buscan distorsionar la información. Seamos claros: la inflación sólo se controla con responsabilidad fiscal y frenando la emisión monetaria.
Los que se presten al control de precios deben ser tenidos por idiotas útiles, jóvenes idealistas que de economía entienden muy poco. Mientras controlan los precios y pretenden frenar la inflación, denle un abrazo a los Reyes Magos de mi parte.