Por: Yamil Santoro
Al conocer Colombia captó mi atención que en las grandes ciudades los barrios se diferenciaban por “estratos” en función del pretenso poder adquisitivo de quienes allí habitan. Al principio la medida me causó cierto rechazo, pero al comprender mejor su funcionamiento me resultó un ejemplo digno de pensar. En nuestro país los subsidios suelen manejarse de forma amateur, sin demasiado criterio técnico. La forma de pensar un subsidio suele ser binaria (sí/no) generando situaciones francamente absurdas o injustas, por lo que traigo el ejemplo para que podamos pensar en qué medida nos puede servir para tener una sociedad más justa y eficiente.
El Régimen de Servicios Públicos Domiciliarios creado en 1994 establece seis estratos que sirven de indicador para la asignación eficiente de subsidios. De esa manera los estratos 1 y 2 (pobres) son subsidiados por los estratos 5 y 6 (más pudientes) mientras los del medio (3 y 4) pagan una tarifa a precio “de mercado” o media. Estos seis estratos se constituyen evaluando las características de cada manzana tomando variables como el acceso a los servicios públicos (educación, salud, cloacas), las vías de acceso, los tipos de construcción, entre otros. Este proceso de mapeo se realiza en cada alcaldía por un Comité Permanente de Estratificación integrado por las empresas prestadoras, los vecinos y representantes gubernamentales. Para cada estrato se define una tarifa (que puede incluir subsidio en algún grado o el pago del mismo) generando así un sistema cruzado de pagos.
Este sistema ofrece mejoras sustanciales en contraposición al sistema que actualmente tenemos que bajo una lógica binaria impide contemplar los diversos grados y matices existentes dentro de cada sociedad. Si bien es cierto que este sistema genera algunas injusticias como que personas que estén ubicadas dentro de determinadas manzanas obtengan una zonificación que les sea impropia pagando de más o de menos, el sistema permite una dinámica mucho más eficiente que busca generar un sistema de precios flotante donde quienes tengan mayor capacidad contributiva apalanquen a quienes menos pueden.
Es innegable que este sistema trae aparejadas algunas consecuencias infelices desde el lado de la segregación social y que puede generar cierto descontento resultar clasificado pero lo cierto es que no hay forma de asignar subsidios eficientemente si no es generando una radiografía de cada beneficiario y clasificándolo según convenga. Es un precio que debemos debatir si estamos dispuestos a pagar con miras a obtener un sistema más eficiente. Adicionalmente al sistema geográfico que establecen las castas, Colombia ha desarrollado el SISBEN (Sistema de Identificación de potenciales beneficiarios de programas sociales) que permiten una identificación más personalizada. Habrá que pensar de qué forma podemos cruzar los datos (geográficos e individuales) para crear un sistema que aproveche mejor los fondos públicos y evite el derroche. Recuerdo haber leído hace unos años una idea de José Benegas acerca de cómo el Estado debería ser gratis para los pobres que vale la pena recordar.
Por otra parte, Colombia posee un sistema de salud donde le permiten a cada familia elegir el prestador que habrá de ocuparse de cuidarlos (EPS – Entidad prestadora de Salud). De esa manera se evita el monopolio gubernamental de la oferta de servicios de salud pública y evitándose también el trastorno y los costos extraordinarios que insumen las obras sociales sindicales que tenemos en nuestro país. En función del estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud donde rankea el rendimiento de diferentes países vale la pena destacar que mientras Colombia ocupa el puesto 22, el servicio de salud argentino calificó en el puesto 75. Aunque el estudio date del 2000 vale la pena pensar el cruce entre ambos sistemas para considerar sus diferencias. Colombia ya tenía por aquel entonces un sistema excepcionalmente eficiente en relación al resto de América Latina.
Si bien contamos con profesionales excelentes, nuestro sistema actual, que poco difiere del de aquel entonces, hace que mucho dinero sea desperdiciado en el camino y se genera una doble contratación por parte de muchos ciudadanos que deciden optar por un sistema de medicina privada sin poder recuperar los fondos que han sido destinados en su nombre al sistema público, obligándosele a pagar doble.
Para tener mejores servicios públicos no necesitamos reinventar la pólvora, basta con mirar a quienes han hecho las cosas de forma distinta con resultados positivos y ver qué soluciones autóctonas podemos diseñar. Lo que sí está claro es que tanto nuestro sistema de salud como nuestro sistema de asignación de subsidios están lejos de ser eficientes y, en consecuencia, justos.