Por: Yamil Santoro
Nos enseñan en la escuela y hasta en la universidad con cierta perversidad que el rol del Estado es perseguir el “bien común” como si se trata de un punto objetivo negando en esa casi inocente frase la profunda complejidad de las relaciones de poder, la contraposición de intereses y la nula neutralidad de todo acto gubernamental. A la luz de esta ausencia de neutralidad quisiera revisar la forma en que se ha tratado la muerte de Juan Gelman.
Su muerte suscitó un debate entre quienes consideran que al Gelman-artista se lo puede separar del Gelman-asesino (que, como mínimo, fue parte de una estructura que cometió sistemáticos asesinatos en nombre de la “patria socialista” contra un gobierno democrático) y quienes en cambio sostienen que resulta imposible separar al artista de su biografía y lo condenan por su falta de arrepentimiento y ausencia de confesión. Entiendo las razones de ambas partes y considero que se trata de una valoración que queda a cuenta de la conciencia de cada uno.
Pero ¿de qué forma puede un Gobierno ser conmovido por los versos de un poeta al punto tal de negar una parte de su historia? Al menos eso parece indicar que se haya decretado luto en su nombre a pesar de su participación como alto mando en una organización terrorista como Montoneros. Tenemos que tener presente que un Gobierno puede optar por dos caminos a la hora de enfrentar conflictos pasados: el de la revancha o el del perdón.
El camino del perdón es un camino que pretende abandonar la búsqueda de castigos extemporáneos y privilegia la búsqueda de la Verdad. El fin es traerle algo de paz a quienes no sólo les haya sido robado un ser querido sino el acceso a los hechos que llevaron a su desaparición. La memoria es un camino sanador, permite separar la paja del trigo, y establece un criterio de corte entre el pasado y el presente, generando un punto final que permite dar vuelta la página generando seguridad jurídica definiendo a partir de la sanción de alguna ley la certeza de qué acciones serán penadas, revisadas y qué daños serán resarcidos.
El Gobierno Nacional inauguró con Néstor Kirchner el estilo de la revancha donde la memoria pasa a un segundo plano y se pasa a considerar que hubo muertos que merecen justicia y otros que no, que hasta el último soldado comprometido merece estar en prisión pero que el acceso a la Memoria de aquellos que antes de que acontezca la sangrienta y horrorosa dictadura murieron en manos de los jóvenes idealistas puede esperar o no es prioritario. También pone en manifiesto que hay víctimas más valiosas que otras a quienes conviene reconocerle una compensación monetaria sin perjuicio que hubieran tomado las armas contra otros hermanos argentinos. El camino de la revancha abre la puerta a la injusticia, haciendo que aquellos que hoy estén en el Poder impongan sus condiciones a la hora de mirar hacia atrás.
Soy partidario de construir una Nación con Memoria pero que abandone la lógica revanchista. En el marco de una política gubernamental de perdón, las loas a Gelman serían una forma de revalorizar nuestra historia y nuestro arte si hubiera confesado sus crímenes. En este contexto, las loas al poetamártir, apodo que Del Barco le otorgó, son sólo una forma de realzar el uso corrupto del Estado para premiar a los del propio bando, privilegiando la revancha por sobre la Memoria de un pueblo. En caso de encarar el camino de la venganza, no seamos hipócritas y extendamos el “ni olvido ni perdón” hasta el último que derramó sangre de un argentino o formó parte de su derramamiento.
No creo que deba dársele el mismo trato a quienes formaron parte de una dictadura asesina como a quienes realizaron actividades terroristas contra un gobierno democrático. Aunque sí creo que ambas cosas son lo suficientemente reprochables como para que no podamos realizar una salvedad como la que se hizo desde el Gobierno sin que medie una política de Estado más abarcativa que de alguna manera sirva para expiar o justifique pasar por alto datos históricos como las manchas de sangre en el trazo de Gelman.
Espero que en los años venideros empecemos a tratar nuestra historia con más respeto, liberándola de las cadenas de los mezquinos intereses políticos circunstanciales que hagan del Olvido y la Mentira una herramienta frecuente a la hora de armar un relato. Memoria para todos. Lo que sí está claro que ninguna de las dos políticas (perdón o revancha) ofrece satisfacción plena para todos los involucrados, debemos elegir.
¿Separamos la tinta de la sangre o dejamos abierta la herida mezclando en la memoria letras con balas?