Siete consejos para sobrevivir a los cierres de listas

Yamil Santoro

Por fin la espera terminó y conocemos a los candidatos de los diversos frentes que habrán de representarnos en la competencia electoral que propone la democracia. Los cierres vienen con muchas sorpresas.

Lo que también nos ha dejado el cierre de listas es una gran cantidad de heridos en todos los frentes políticos. Como ya he transitado varias veces el derrotero del cierre de listas, quisiera compartirles, hermanos militantes, siete consejos que me ayudaron a sobrevivir ese difícil y angustioso momento de la vida política cuando las cosas no salieron como yo esperaba:

  • Nadie merece nada: no sos más especial que cualquier otra persona. No hay números puestos en política. Nada de lo que hayas hecho (bueno o malo) puede predeterminar de manera concluyente lo que va a pasar el día de cierre de listas. Por eso resulta necesario que estés preparado para pasar un día intenso de llamados y precaución. Si pensás que te corresponde un lugar en algún lado por bueno, lindo, rico, trabajador o cualquier otra virtud, no entendiste nada. Pensar que uno merece algo lleva a generar expectativas que dan lugar a la frustración.
  • No hay nada dicho hasta el final: los lugares se terminan de conquistar el día del cierre de listas. Antes podés haber hecho todos los deberes, pero hasta que no hayas firmado y se entregue tu planilla no existe nada. Cualquier promesa que te hayan hecho, cualquier expectativa que tengas es un error. Preguntale a Randazzo si no.
  • El sistema no es perfecto: todo sistema de conformación de listas es injusto. Armar listas no se trata de una cuestión de justicia, sino de equilibrio de fuerzas y de arte. Más allá del peso relativo de cada grupo que vaya a la faena, siempre puede aparecer un vivo. El hombre más poderoso durante el día del cierre de listas es el apoderado o el dueño de la lapicera. ¿Vas a ir a negociar sin saber cuál es la cancha? ¡Suerte!
  • No hay derecho: el derecho se conquista, se discute y se construye. Por ejemplo, hay cosas escritas que dicen que vas a poder presentar tu candidatura e ir a internas. No siempre es así en la realidad. Tratá de acordar de antemano qué vas a competir. Caso contrario, si conseguís todo lo necesario para presentarte, andá preparándote para la guerra. A nadie le gusta que le cuestionen la autoridad y muchos creen que son dueños de los partidos. Ojalá formes parte de un partido con democracia interna consolidada; si no, van a usar todos los recursos disponibles para bajarte. No te achiques, solo tomá conciencia del riesgo. Si sobrevivís, sos un héroe, si no, también. La República necesita más gente como vos. Eso sí, no existen los héroes morales, así que procurá tener fuerza suficiente para resistir si perdés.
  • Siempre tendremos revancha: la democracia nos da la posibilidad de volver a disputar el poder cada dos años. No es el fin del mundo que hoy duermas afuera. Así que hacete cargo del hoy y del ahora. En todo caso, arrancá con la planificación para llegar mejor a la próxima.
  • Demostrá tu valor: es falso que para mejorarle la vida a las personas necesitás una banca. Una de las mayores ilusiones que existe en política es que hace falta tener un cargo para ser alguien con poder. El poder se construye con conocimiento, trabajo y relaciones. Si condicionás tu aporte a la sociedad a un puesto, entonces probablemente no hagas gran cosa cuando lo tengas. Si esta vez no te tocó, hacé todo el esfuerzo necesario para demostrar que eras la mejor opción para la vez pasada. Es muy difícil ignorar a alguien que brilla.
  • Pensá en grande: estás acá para cambiar el mundo (si no, andate a tu casa). No sos el ombligo del universo y hay un proceso político que te supera en curso, que sigue a pesar de vos. No te tocó estar donde pensabas estar, pero el buen político es un artífice de su destino. Levantá la mirada, fijate dónde podés hacer una diferencia y hacé lo que tengas que hacer. Tu aporte puede cambiar el resultado de una nación. Además, para ser un buen primero siempre es útil aprender a ser un buen segundo. Eso te va a volver humilde. Y solo con humildad vas a poder jugar en equipo.