En los últimos meses, la economía argentina mantuvo su dinamismo gracias a los aumentos de salario, jubilaciones y asignaciones por encima de la inflación (medida según estadísticas provinciales) que sostuvieron el consumo. También fue relevante la mayor obra pública y ejecución del plan ProCreAr, que motorizó la construcción y a sus industrias proveedoras, revirtiendo el panorama del sector del año pasado (cuando fue afectado por las restricciones cambiarias en un mercado inmobiliario dolarizado).
Al interior de la industria el comportamiento es muy heterogéneo, con sectores de fuerte crecimiento como el automotriz, los materiales de construcción y las metálicas básicas (donde volvieron a ponerse en marcha la planta de acero de Siderar en San Nicolás y la planta de aluminio de Aluar de Puerto Madryn, que habían estado detenidas un largo tiempo por reparaciones). Por el otro lado, sectores como la molienda de granos (afectados por el desabastecimiento de cereales y oleaginosas en algunos meses) y la editorial han visto disminuído su ritmo de producción.
Por el lado de la inflación, se estabilizó en torno al 20%, con un repunte del precio de los alimentos tras finalizar los acuerdos de precios pactados a principio de año. La estabilización de la tasa de inflación en un año electoral, con un elevado nivel de gasto público, importantes incrementos nominales de salarios y jubilaciones, y una mayor devaluación del cambio oficial, contradijo las previsiones de la mayor parte de los analistas económicos.
Como señala un reciente informe del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz, sin duda la “principal preocupación económica, en el mediano plazo, se encuentra en el frente externo, donde las reservas del Central disminuyeron un 25% en un año”. La baja ya no se debe, como en los años previos, a la “fuga de capitales”, donde la prohibición de compra de dólares se ha mostrado efectiva aunque generando un mercado cambiario paralelo. Al respecto, las cotizaciones del dólar “contado con liqui” y “blue” se han estabilizado a lo largo del año, fluctuando entre los 8 y 10 pesos por dólar. La oferta de dólares proveniente del turismo (especialmente el de países limítrofes) y de algunos inversores que están aprovechando los bajos precios de las acciones a dólar no oficial son parte de la explicación de tal comportamiento.
La reducción de las reservas del BCRA se debe a los vencimientos de deuda y un creciente déficit de turismo (el que pasa por el mercado oficial) y de combustibles, junto a la aceleración de las importaciones (especialmente, las ligadas a la industria de automotriz y electrónica). La recuperación de YPF permitió menguar el impacto de la caída de la producción de hidrocarburos de las demás petroleras, pero el logro de la soberanía energética depende de la maduración del proyecto Vaca Muerta (algo que lleva tiempo). La resolución del problema externo, seguramente exigirá, en el corto plazo, un cambio en la regulación del dólar tarjeta y el acceso a financiamiento internacional (¿swap con China?) para dar un mejor perfil temporal a los vencimientos de deuda (especialmente en 2015 y 2017).
En el mediano plazo, además del desarrollo de los hidrocarburos no convencionales, debe avanzarse en un replanteo de la política industrial de los sectores más deficitarios en materia de divisas (automotriz y electrónica).