Por: Andrés Rosler
En medio de tanta discusión efímera sobre la economía, es refrescante que en dos entrevistas recientes, el Secretario para el Pensamiento Nacional, quizás sin proponérselo, haya revelado la estructura masónico-trinitaria de su pensamiento. En efecto, es fácil de advertir la manera en que el Secretario apela frecuentemente a la trinidad para revelar su pensamiento. Por ejemplo, tomemos una reciente entrevista en Página/12 (los corchetes son nuestros):
- “El nombre [de la Secretaría] [1] tocó sensibilidades, [2] movilizó ciertos fantasmas, [3] provocó reacciones”.
- “‘Pensamiento nacional’ es un nombre [1] polisémico, [2] equívoco, [3] complejo”.
- “Lo nacional hoy en la Argentina es muy difícil de categorizar desde una sola perspectiva. ¿A Borges cómo lo colocamos? [1] ¿Como un escritor cosmopolita sin raíces? [2] ¿Como un escritor del criollismo vinculado a su Palermo natal o a los relatos de Guillermo Hudson o de Güiraldes, o lo vinculamos con su descubrimiento de Herder, de Keats, de Whitman o de Schopenhauer? [3] ¿O es todas las cosas al mismo tiempo?”
- “Lo que hay son [1] giros, [2] invenciones, [3] sentidos en disputas y eso nos plantea la dificultad de pensar la Argentina”.
Por supuesto, cualquiera puede tener un día triádico, y quizás las respuestas en esta entrevista hayan sido sólo una casualidad. Pero hete aquí que en otra entrevista (click) reaparece la estructura masónica, la cual a la sazón, es la misma que la del vals y sobre todo del pericón nacional (un, dos, tres):
- “Darle a la cultura ese lugar de gabinete ministerial permite una serie muy poderosa de [1] acciones, de [2] reconocimientos y de [3] legitimidad”.
- “Esto implicaría dejar afuera a todos aquellos modos de la creación cultural [1] que no son inmediatamente rentables, [2] que no son un negocio, [3] que no están en el ‘main street’ de la creación cultural”.
- “Un Ministerio de Cultura básicamente protege… a aquellos que con enorme esfuerzo sostienen esa trama de la creación cultural y que no tienen como objetivo [1] el negocio, [2] la construcción mercantil o [3] la rentabilidad”.
- “La verdad que las actividades que estamos planeando son [1] diversas, [2] múltiples y [3] con mucha intensidad”.
- “Yo creo que el nombre que decide desde la Presidencia de la Nación para esa Secretaría tiene esa potencia. Porque es un nombre que produce [1] escozor, que produce [2] interrogación, que produce [3] rechazo también”.
Por si esto fuera poco, Forster nos ha legado una frase para reflexionar -no sería la primera vez que el Secretario nos deslumbra con su sutileza- como respuesta a la pregunta acerca de por qué “la derecha mediática atacó” la creación de su Secretaría:
“Se combinan dos cosas. A veces los nombres tienen dos posibilidades: o pasar desapercibidos, no producir ningún efecto; o tener la potencia de generar efectos. Y yo creo que el nombre que decide desde la Presidencia de la Nación para esa Secretaría tiene esa potencia. Porque es un nombre que produce escozor, que produce interrogación, que produce rechazo también”.
En otras palabras, (1) que los nombres producen efectos o no lo hacen a primera vista parece ser una obvia tautología, algo así como decir que el mundo se divide entre los que conocen al Gallo Claudio y los que no lo conocen, pero no lo es porque Forster sutilmente, casi de manera inadvertida, califica su aserto mediante el adverbio “a veces”. En cambio, las tautologías se cumplen necesariamente: la división que provoca el Gallo Claudio tiene lugar siempre.
Y (2) la respuesta según la cual la Secretaria es rechazada porque produce rechazo, no es otra tonta tautología como parece, sino una velada referencia a aquella virtus dormitiva de Molière, que tiene la virtud de producir sueño porque precisamente da sueño, y da sueño porque tiene la virtud de dar sueño. En otras palabras, se trata de otra muestra del fino sentido del humor que caracteriza al Secretario y que tanto bien le hace al pensamiento.
Finalmente, quisiéramos aprovechar esta ocasión para insistir en que, como bien dice Forster en Página/12, su Secretaría no es nazi, y no lo es por una muy sencilla razón: los nazis no tuvieron una secretaría para el pensamiento. A Heidegger le habría hecho mucha gracia semejante idea.