Silogismos de un feligrés kirchnerista

Andrés Rosler

Debido a que algunos miembros del “proyecto nacional y popular” todavía parecen no aceptar del todo la polémica consagración de la fórmula presidencial del kirchnerismo, gracias a la unción de la “líder indiscutida y máxima conductora del proyecto en curso”, el diario Tiempo Argentino publicó una muy iluminadora nota de Demetrio Iramain (una pluma comprensiblemente eclipsada por la de Hernán Brienza) al respecto: “Primero hay que saber sufrir”.

Iramain, en efecto, sostiene tres argumentos que son otros tantos verdaderos golpes de knock out a la resistencia de quienes creen estar adentro del movimiento y sin embargo todavía objetan la fórmula presidencial kirchnerista.

Un primer argumento, de naturaleza psicológico-política y que depende ciertamente de la notable sofisticación del sistema electoral argentino, consiste en que, como señala Hebe de Bonafini, “hoy hay que hablar de [Carlos] Zannini, que es un tipo extraordinario”. En otras palabras, respecto de Scioli, dice Hebe, “seguimos pensando lo mismo”, pero vamos a votar a Zannini. La razón es muy simple. Si Scioli llega a ganar por alguna razón, no va a ser por los votos de quienes apoyan a Zannini, ya que al momento de votar, el sistema electoral vernáculo permite que el votante aclare si está votando por Scioli (como va a hacer la derecha golpista) o por Zannini (como lo hará la izquierda revolucionaria), o, por imposible que parezca, por los dos juntos (como van a hacer la derecha golpista y la izquierda revolucionaria a la vez).

Un segundo argumento, continúa Iramain, consiste en que “[¿Todas?] las luchadoras del pañuelo blanco… [no] se equivocan”. La estructura del silogismo al que pertenece este argumento es la siguiente:

(a) [Todas] las luchadoras del pañuelo blanco no se equivocan.

(b) Hebe es una luchadora del pañuelo blanco.

Ergo,

(c) Hebe no se equivoca.

Sin embargo, a Iramain no se le escapa que el segundo argumento, por cartesiano que parezca, requiere de apoyo subsidiario, ya que ¿cómo sabemos que “las luchadoras del pañuelo blanco no se equivocan”? En efecto, hace falta una premisa de verdad inconcusa a su vez, algo que no pueda ser puesto en duda, el cogito o el “yo pienso” del pensamiento kirchnerista.

Y eso es exactamente lo que aporta el tercer argumento, el decisivo, de Iramain, que lo pone en boca de Hebe para no pecar de inmodestia: “Cristina nunca se equivoca y las Madres no queremos equivocarnos”. La estructura del silogismo que acompaña a este argumento es la siguiente:

(a) Todas las decisiones de Cristina son correctas.

(b) Es una decisión de Cristina que Scioli sea el candidato kirchnerista.

Ergo,

(c) La decisión según la cual Scioli es el candidato kirchnerista es correcta.

Quizás sea necesario agregar una premisa extra: (a’) Las decisiones de Cristina son indiscutibles, probablemente debido a que (a).

En rigor de verdad, no hace falta ser kirchnerista para advertir que Iramain mismo tiene razón. ¿Para qué apelar a la fría ética consecuencialista que apuesta todo, v.g., a la utilidad, con sus dificultosas comparaciones interpersonales de bienestar? ¿O para qué recurrir a la despiadada y sádica ética deontológica con sus abstractas y perversas reglas y deberes, cuando uno tiene a su disposición una ética de la virtud que gira alrededor de la agencia ideal de Cristina, la cual por definición es infalible, una verdadera émula del spoudaios aristotélico?

No queríamos terminar el artículo sin destacar el aforismo de Séneca que figura en la nota: “Tregua, las pelotas” (o como reza el original latino: indutiae, pilae) y la magnífica frase pythonesca: “A veces hay que saber perder las discusiones para poder tener razón”. En efecto, a veces uno discute no porque tiene razón, sino para pasar el tiempo. Aunque Monty Python lo cuenta mucho mejor.

Este artículo apareció originalmente en el blog La causa de Catón