Por: Andrés Rosler
Gerald Cohen, otrora profesor Chichele de Teoría Política en la Universidad de Oxford, reconocido y brillante defensor de la causa socialista, solía sostener que el egoísmo capitalista no era una tendencia natural o inevitable para el ser humano, sino antes bien el producto de un círculo entre el capitalismo y las condiciones que este sistema económico genera. La tesis de Cohen sobre el egoísmo, por supuesto, era fundamental para defender la posibilidad del altruismo, un componente decisivo de todo proyecto socialista.
Hasta ahora, no pocos argumentaban que la evidencia empírica, por no decir histórica, le daba la espalda a Cohen y su altruismo socialista, con la muy honrosa excepción de países tales como Noruega o Suecia, cuyo excepcionalismo a su vez es tal que resulta demasiado exigente para el resto de los mortales.
Sin embargo, el kirchnerismo ha demostrado que el socialismo es viable incluso en países como el nuestro, que en teoría son muy diferentes a los nórdicos recién mencionados.
En efecto, a raíz del éxito del modelo las estadísticas muestran que la clase media argentina se duplicó y alcanza al 32,5 % de la población. Si tenemos en cuenta que la pobreza es del 5 % (Cristina Kirchner dixit) y suponemos que la así llamada clase baja se compone de quienes se encuentran precisamente en la pobreza, da la impresión de que se puede inferir que entonces el 62,5 % de la población argentina es de clase alta. Pero la gran inferencia política que se puede extraer es que, a juzgar por ciertas encuestas, o incluso tomando el resultado de las últimas elecciones presidenciales, el kirchnerismo cuenta con el apoyo de la mitad de la población, lo cual demuestra que el argentino no solamente es un pueblo rico, sino además y fundamentalmente altruista: en lugar de votar en contra de Gobiernos cuya presión tributaria es un récord histórico, votan a favor. La única explicación posible es el altruismo.
Ciertamente, hay una explicación del favor con el que cuenta el Gobierno entre los votantes de clase media y alta. Según las cifras mencionadas por el ministro de Economía, el controvertido impuesto a las ganancias alcanza solamente al 10 % de la población, debido, suponemos, a que no hace falta extender el alcance del impuesto, porque solamente un 5 % se encuentra en la pobreza. Pero entonces nos llama la atención que el Gobierno no obtenga todavía más votos que el 54 % obtenido en la última elección presidencial, ya que, de una potencial base tributaria del 95 % de la gente, el Gobierno solamente le cobra ganancias al 10 % de la población.
Dicho sea de paso, si la asignación universal por hijo la recibe por lo menos el 10 % de la población y la pobreza es del 5 %, cabe inferir que hay un 5 % de clase media o alta que está defraudando al Estado.
Pensándolo bien, resultamos ser mucho más egoístas de lo que parecemos. Los medios tampoco ayudan.
Este artículo apareció originalmente en el blog La Causa de Catón.