Grecia no es la Argentina del 2001

Carlos Arbia

Es difícil hacer un paralelismo de la situación económica de Grecia con la que vivió la Argentina a fines del 2001 con el corralito, el default, la salida de la convertibilidad y la devaluación como el que hace el gobierno, que culpa a las políticas neoliberales de lo que pasa en Grecia. Tampoco sirve comparar un probable default o salida del euro con la caída de un banco de inversión como Lehman Brothers en el 2008, como hacen algunos analistas. Se trata de algo más complejo y de más difícil solución.

En el aspecto económico hay tres alternativas para analizar. Una futura reestructuración de la deuda con quita, una salida del euro, pero manteniéndose en la Unión Europea, y un nuevo ajuste con un paquete de ayuda financiera. Grecia redujo su déficit fiscal del 12 % al 3 % del PBI entre 2009 y la actualidad, por lo tanto ha hecho un ajuste fiscal muy duro. Este ajuste no es el resultado de políticas neoliberales, sino de un país que mentía las estadísticas al FMI. Hasta el presente recibió dos paquetes de ayuda, entre el 2010 y el 2012, que está pagando. A diferencia del megacanje y el blindaje que Argentina recibió en el 2001 y nunca pagó.

Una reestructuración de la deuda griega con quita no se puede hacer como la de Argentina. La deuda pública griega en manos de tenedores privados es solo del 15 %. El total de la deuda griega es de unos 250.000 millones de euros  y a la hora de una reestructuración o una quita importa su constitución. Un 60 % está en manos de 17 países de la zona euro, un 10 % en el FMI, 8 % en el Banco Central Europeo y el 4 % en el Banco Central Griego. El 15 % restante está en poder de tenedores locales y extranjeros. El default de Argentina fue sobre una deuda elegible de 87.000 millones de dólares en poder de bonistas locales y extranjeros. En cambio, la mayor parte de la deuda griega está concentrada en países. Alemania, Francia e Italia, a los que les deben unos 160.000 millones de euros. Grecia pide una quita de un 30 % del total de la deuda, por lo tanto será muy difícil negociar por acreedor.

El otro problema es que Grecia, como tantos países de la Unión Europa, integra una unión monetaria con una moneda común como el euro. No hay antecedente de un país que abandone el euro. Esta divisa es utilizada en 24 países del mundo, todos ellos europeos; 19 pertenecen a la Unión Europea y forman la denominada eurozona o zona euro, como Alemania, Francia, Italia, España y Portugal, entre las más importantes. En tanto que los cinco países restantes no pertenecen a la Unión Europea ni a la eurozona, pero están en el euro, como Mónaco, Montenegro, Países Bajos, Portugal y San Marino. Estos países tienen asistencia del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (European Financial Stability Facility), una institución creada en el 2010. Este fondo lo utilizan los gobiernos que soliciten ayuda. En su origen, el fondo puede prestar hasta 440.000 millones de euros y ofrecer unas garantías por valor máximo de 750.000 millones de euros.

Los que proponen una salida del euro y la comparan con la salida de la convertibilidad de Argentina se equivocan. Este episodio sería más dramático. Grecia debe euros, por ende, deberá pagar euros y no tiene una moneda alternativa para ofrecer a los agentes económicos. La Argentina tenía pesos y capacidad de emitir moneda. Volver al dracma permitiría a Grecia recobrar su política monetaria y cambiaria, pero sería un golpe a la credibilidad del área de la moneda única que podría desestabilizar al euro. Hoy la idea de volver al dracma está muy alejada. En particular porque el Banco Central Griego depende del Banco Central Europeo, que emite los euros. La Troika formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI tiene la última palabra para saber el llamado Grexit, palabra compuesta del inglés Greece (Grecia) y exit (salida), se evite o no, pero la comparación con la Argentina del 2001 y Lehman Brothers del 2001 no es adecuada.