Por: Carlos Mira
La presidente volvió a la escena de la mano de una palabra que gobernó gran parte de su discurso. “Aumentamos” dijo, haciendo un juego de palabras, mofándose de los “aumentos de precios”, argumentando que “ellos” -el gobierno- aumentaron una cierta cantidad de dudosas variables. Pero la presidente olvidó otros muchos “aumentamos”.
Algunos han sido muy graves en términos sociales. Algunos le han costado la vida a miles de argentinos inocentes, como el aumento del número de criminales sueltos por la calle que tienen a la ciudadanía viviendo en estado de pánico. Otros dejarán secuelas culturales que costará mucho erradicar, como la inútil división social y el rencor gratuitamente repartido. Algunos esperan respuestas judiciales, como fue el aumento inexplicado de algunas fortunas. Y otros han traído a la Argentina males y escenas desconocidas para nosotros hasta hace sólo unos años, como las que entregan los sicarios del narcotráfico matando gente por la calle. Otros están respaldados por las cifras oficiales: cuando en el censo de 2001 vivían 10 personas en una villa miseria, en el censo 2010 vivían 16, un 60% más.
Algunos tendrán impacto por años en la Argentina, como el “aumento” del aislamiento internacional y del pésimo concepto que le hemos trasmitido al mundo. Otros han profundizado las peores prácticas de nuestra historia, llevando el unitarismo fiscal a niveles extorsivos que convirtieron a las provincias en meras dependencias del gobierno nacional.
Pero hay tres “aumentos” -obviamente no mencionados por la Presidente- que han tenido la virtualidad de anular todos los beneficios de los “aumentos” aludidos por la señora de Kirchner. El gobierno de estos últimos 11 años aumentó el gasto público a niveles estratosféricos. La administración de la presidente en particular le aplicó una tasa de incremento de 40% por año. Esa monumental bola de nieve (compuesta por subsidios, una increíble política energética que nos convirtió en importadores netos por U$S 13 mil millones al aire -otro “aumento” imponente del kirchnerismo que la presidente no mencionó-, una acarralada de empleados públicos que supera el millón y medio de personas, una duplicación de funciones en dependencias estatales para acomodar a cientos de funcionarios con sueldos millonarios, la incorporación de 2,5 millones de jubilados nuevos que nunca habían aportado y una multiplicidad de planes sin contraprestación) produjo la pulverización del superávit fiscal para convertirlo en un déficit cercano a los 7 puntos del PBI.
Este “aumento” provocó a su vez otro desquicio. Como el “aumento” del aislamiento internacional nos dejó sin acceso a los mercados, el gobierno comenzó a financiar el excedente de gasto con emisión monetaria sin respaldo. Se calcula que el “aumento” de la cantidad de billetes en circulación supera los $ 150 mil millones, por encima de la base de reservas. Esto produjo otro “aumento”: el de la presión sobre los precios. Al haber más papel moneda pero mantenerse constante los niveles de producción (porque lo que sí no aumentó fue la inversión privada productiva) esos billetes tuvieron que “repartirse” entre los mismos bienes y servicios con la aritmética consecuencia de su aumento.
Este desquició originó otro “aumento”: el de la presión sobre el tipo de cambio. El precio del dólar quedó desfasado respecto de las demás mercaderías y la gente comenzó a drenar las reservas del BCRA. Con la intención de frenar esta situación, luego de las elecciones de octubre de 2011, la presidente estableció el control de cambios y, tiempo de después, instauró el cepo. Esa valla no impidió la salida de dólares porque el ingenio individual siempre encontró maneras de adquirir las divisas, pero sí puso un sello definitivo a su ingreso.
La velocidad de este deterioro fue también en “aumento” y estalló finalmente entre el 23 y el 24 de enero cuando el gobierno devaluó de un plumazo 15%, lo que llevó la pérdida del valor mensual del peso frente al dólar al 24%.
El empobrecimiento de todos los argentinos fue inmediato. Basta decir que las jubilaciones -cuyo “aumento” era el principal anuncio de la presidente- alcanzan hoy la friolera de U$S 215. Hace 15 años, cuando comenzaba la década “maldita” de los 90 era de U$S 200. El “aumento” es de U$S 15. Los más de 1300 puntos porcentuales que la Sra. de Kirchner remarcó se habían incrementado las jubilaciones desde que su esposo asumió significan U$S 15.
Todos los “aumentos” recitados por Cristina han sido sepultados por estos otros “aumentos” que la presidente ocultó. El aumento del gasto, del déficit fiscal, de la emisión monetaria, de la inflación y de la devaluación, tornan risibles los niveles de las jubilaciones, de los planes Procrear, Progresar, el de la asignación familiar universal y las demás bondades del Estado de Bienestar que la señora de Kirchner se empeña en enfatizar.
Pero el listado de “aumentos” no estaría completo si no hiciéramos referencia al “aumento” del autismo. La presidente sigue convencida de que no gobierna, ella libra una batalla contra el mal. Parte de ese mal lo representan los empresarios que aumentan los precios (de allí que su infatigable vocación por la ironía la haya llevado a jugar con las palabras y enumerar las cosas que su gobierno había “aumentado” mientras los empresarios “aumentaban” los precios) y los comerciantes que especulan. En el afán de agitar esa división, cayó en errores groseros como poner como ejemplo de un bien no afectado por la devaluación del dólar la producción de cemento, cuando en realidad, el componente de costo más importante en su producción es la energía, impactada directamente por la millonaria factura de fuel oil que debemos pagar anualmente. Ese solo rubro aumentó 24% durante el mes de enero.
Del mismo modo, la presidente sigue encerrada en una nube de furia y parece que toma todas sus decisiones no por una convicción o por una aceptación de la realidad sino por simples venganzas. Es la imagen que dejó ver cuando anticipó que se reverían los subsidios para aquellos que compraron dólares. O sea, no es que los subsidios estén mal porque están matando el presupuesto público, los que están mal son los que compran dólares, entonces los castigo sacándole lo que les dejo a otros, simplemente para vengarme.
Lo cierto es que con cada aparición pública de la señora de Kirchner “aumenta” la preocupación. Estoy seguro de que la gran mayoría de los argentinos desearían ver una presidente más moderada, menos altanera y más dispuesta a aceptar lo que ocurre. Su legado está en peligro. La negación de la realidad “aumenta” el riesgo de que sea recordada simplemente como alguien que sólo sirvió para dividirnos.