Por: Carlos Mira
El ministro de Economía, Axel Kicillof, le dio un reportaje a Página/12 que apareció en su edición del domingo, en donde se refiere a varios temas de la economía argentina de estos días.
Insiste en su concepto conspirativo de la existencia según el cual lo que hay es un conjunto de enemigos de la patria (que él mimetiza con el gobierno) que, para generar caos y condiciones adversas al bienestar de la Argentina, produce todo tipo de calamidades para volver a la política del endeudamiento. ¿Volver a la política de endeudamiento? ¡Pero si es este gobierno el que ha generado una exorbitante deuda interna, quebrando el patrimonio del BCRA y empapelando las estanterías de la ANSES con papeles pintados a cambio de adelantos de los cuantiosos fondos jubilatorios! (en lugar, por ejemplo de pagar los juicios con sentencia firme que obligan al Estado a reconocer su deuda con los jubilados que litigaron en sede judicial).
Por lo demás, según los propios números oficiales la deuda externa también creció respecto de la que heredó Néstor Kirchner en 2003. La única diferencia es que ese crecimiento se produjo contra nada, es decir, contra ningún beneficio de haber estado todos estos años integrado al mundo y en constante intercambio con él. Las bravuconadas del gobierno nos han costado años de aislamiento que hoy se miden en pobreza y mayor deuda.
El ministro no habló del déficit, ni de la emisión que provoca inflación, ni el descontrolado nivel del gasto que le quita por desvalorización de la moneda lo que le da a aquellos a los que se quiere conquistar por la demagogia.
Tampoco mencionó la impresionante presión impositiva que se está comiendo la sociedad sin que la misma se vea reflejada en un cambio sustantivo en el nivel de vida de los argentinos. No mencionó la pobreza, cuyos números el INDEC ya no entrega, ni las restricciones que sufre la actividad económica en general, sujeta a mil autorizaciones para poder funcionar.
En otros párrafos se manifiesta optimista respecto de la performance económica del segundo semestre cuando, en realidad, por la intervención en el mercado del maíz y del trigo el país se privó a sí mismo de haber liquidado formidables exportaciones de esos cereales en un momento en que las bondades de la cosecha de la soja ya se terminaron.
En realidad son muchos los que sospechan un segundo semestre complicado como consecuencia del proceso estanflacionario y de la caída de la actividad, directo resultado de la política restrictiva de Juan Carlos Fábrega para frenar al dólar y las múltiples prohibiciones para importar y para girar pagos al exterior. Las primeras manifestaciones de esos desatinos ya se están viendo particularmente en la industria automotriz a la que Kicillof se refiere en la nota pero no haciéndose cargo de las decisiones que su cartera tomó y que generaron el actual estancamiento con suspensiones y despidos.
Habla del arreglo con el Club de París y se jacta de haberlo logrado sin la intervención del FMI, cuando semejante “chiste” hizo que en los dos últimos años hubiéramos tenido el equivalente al pago de todas las asignaciones universales por hijo gratis, por diferencia de intereses y punitorios, según lo calculado por Alfonso Prat Gay.
Además, por las mismas razones, la deuda que oficialmente según el gobierno era de 5900 millones de dólares en septiembre de 2013, paso a 9700 millones ahora -un 64% mas-, simplemente por hacernos los cócoros y no aceptar la revisión del Fondo.
A esto de le suma el hecho de que el arreglo fue pastado a cinco años en lugar de los plazos más largos que podrían haberse negociado del otro modo.
No se sabe a qué debe esta pasión argentina por separarse del mundo y querer ser original a toda costa, cuando los pasos para tener una economía ordenada, en crecimiento, sin inflación, con inversión y con capacidad de generar empleo nuevo con buenos salarios, son conocidos y aplicados al mismo tiempo por países tan diversos como Australia y Chile, Perú y Nueva Zelanda, Uruguay y Canadá o Vietnam y EEUU.
El modelo de sustitución de importaciones ha provocado un enorme gasto, una enorme pérdida de tiempo y un enorme costo para toda la sociedad que no tiene alternativa más que pagar los altos costos del experimento, volviendo millonarios a unos pocos y rehenes a la mayoría.
Resulta increíble que el ministro de Economía del supuesto gobierno nacional y popular defienda semejantes políticas de privilegio y pretenda venderlas como un modelo de defensa a los menos tienen.