Por: Carlos Mira
La decisión de la presidente de colocar como candidato a vicepresidente de Daniel Scioli a Carlos Zannini comienza a develar parte de lo que ya muchos comentarios venían anticipando.
En efecto, desde que Scioli confesó querer ser presidente, comenzó un largo camino de chicanas y obstáculos a la que la presidente y sus “equipos” sometieron al gobernador y que, de alguna manera, quedaron claras en el único discurso público que se le conoce a Máximo Kirchner cuando en la cancha de Argentinos Juniors dijo que eventualmente podrían entregar el gobierno pero no el poder.
La designación de Zannini obviamente va en esa dirección. El Secretario Legal y Técnico es el cerebro gris del proyecto oficial. Wado de Pedro acaba de definirlo como el corazón del proyecto. Maoista de convicción, Zanini efectivamente representa la ambición de construir un modelo en el que se conforme, por un lado, un ejército de súbditos esclavizados (nosotros) y, por el otro, una casta privilegiada con acceso a todas las desigualdades de la vida (ellos). Ese es, en efecto, “el corazón del proyecto”.
La intención de mantener el poder aun a costa de entregarle el “gobierno” a Scioli, no tiene su punto final en Zannini. La Presidente podría ser candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires y, una vez elegida, convertirse en presidente de la Cámara, copando de ese modo toda la línea de sucesión presidencial.
Zannini es una persona acostumbrada a trabajar en y desde las sombras. Ni custodia tiene. Nadie lo conoce. Sale a caminar por los lagos de Palermo desde su (obviamente marxista) domicilio en Belgrano/Cañitas, sin que nadie se le acerque. No tiene el menor registro público. Desde ese anonimato, sin embargo, ha sido el arquitecto de todas las vigas maestras del proyecto hegemónico del poder, en especial en lo que se refiere al control de los medios, del aparato de propaganda y de la conformación de una Justicia adicta.
En gran medida él y la señora de Kirchner (con el oído prestado a su hijo Máximo) han sido EL gobierno. Zannini es quien comparte las cenas presidenciales de Olivos y el máximo confidente de Cristina luego de Máximo.
Con estos antecedentes resulta claro que la intención abierta y descarada del gobierno es construir una continuidad en el poder que tenga a Scioli como un mero títere, un fronting que simplemente esté destinado a aprovechar su indudable caudal electoral.
Frente a esto, habrá que ver qué hace Scioli. Todos parecen asumir que el gobernador aceptará mansamente este esquema con tal de ser presidente. Es como si creyeran que a Scioli lo único que le importa es ver su nombre con el cargo de presidente adosado a él. Pero el gobernador ha dado muestras (veladas quizás) de que eso no lo conforma y ha dejado huellas en el sentido de interpretar que puede aceptar cualquier cosa antes de llegar adonde se propone pero una vez allí está dispuesto a hacer también lo que sea para desembarazarse del lastre y hacer lo que quiere.
La idea del comisariato político que ahora surge con Zannini, también se dijo de Gabriel Mariotto cuando el ex interventor del Comfer fue designado para acompañar a Scioli como vicegobernador de la provincia de Buenos Aires. Y en efecto, Mariotto -que abiertamente se definió como un soldado de Cristina que espera y ejecuta órdenes- intentó cumplir ese rol en los primeros tiempos del gobierno de la provincia.
Sin embargo el esmeril al que lo sometió el gobernador lo redujo a una mínima expresión. Hoy casi nadie lo recuerda y su papel en la provincia fue francamente secundario. Scioli nunca lo echó pero lo redujo a la nada misma.
Ayer, en la presentación misma de Zannini como integrante de la fórmula presidencial, comenzaron los primeros escarceos verbales entre ellos. Zannini dijo que se sentía orgulloso de acompañar a quien fuera “vice” de Néstor y Scioli dijo que Zannini sería para él lo que él había sido para Néstor: es decir, nada.
La histórica tradición del peronismo sugiere una cadena de traiciones. Duhalde lo traicionó a Menem y Kirchner lo traicionó a Duhalde. La presidente parece querer blindarse contra esos antecedentes construyendo una pirámide a prueba de deslealtades: Zannini, ella misma como diputada por la provincia y eventual presidente de la Cámara, Axel Kicillof como candidato a diputado por la Capital, Alejandra Gils Carbó como procuradora y comisario de la Justicia a través de los fiscales del nuevo Código Procesal y La Cámpora copando la administración central y las principales agencias del gobierno. Hay que convenir que se trata del intento más serio de construir un aparato de continuidad a prueba de traiciones.
Ese terreno lo conocen bien. Después de haber elevado y respaldado a Florencio Randazzo como opositor interno a Scioli, lo arrojaron a los lobos con la designación de Zannini. Nadie sabe si de aquí al sábado el Ministro del Interior no se bajara de su candidatura. Hoy, por lo pronto, ya suspendió un acto público en el que iba a hablar en La Matanza.
Por último Zannini es una especie de fenómeno que encuadra perfectamente en unos de los misterios más prominentes de la política argentina: cómo una ideología que cuando se presenta a cara descubierta a las elecciones (el marxismo y sus diferentes variantes) no saca más del 2% de los votos se las ha ingeniado para gobernar el país desde hace más de 30 años. El experimento del “entrismo” (la táctica marxista para infiltrar al peronismo y aprovechar su base electoral) ha demostrado ser un éxito absoluto. Desde ese lugar, en estos años, avanzó como nunca en su desiderátum de construir una sociedad de esclavos-zombies y una nomenklatura rica y privilegiada. Nunca hubo tanta desigualdad entre los que viven de los privilegios del Estado y de los que trabajan y viven para pagar impuestos. Ese es el modelo de Zannini. ¿Podrá Scioli hacer una especie de “entrismo” al revés, aprovechar la popularidad del kirchnerismo y luego, desde adentro, gobernar de una manera diferente, de una forma que permita a los ciudadanos liberarse del yugo estatal y vivir una vida más libre? Los próximos meses comenzarán a develar ese otro misterio.