Papeles de Panamá: no todo es lo mismo

Carlos Mira

La necesidad de explicar constituye un problema. Más allá de lo rotundamente convincente que sea la explicación, el solo hecho de que haya que salir a darla es un dolor de cabeza. Y cuando se debe salir a explicar una cuestión que roza la posibilidad de algo, digamos, incorrecto y que encima tiene por protagonista al presidente que se ve en la obligación de aumentar el precio de los servicios públicos 500% para terminar con una formidable distorsión económica provocada por doce años de demagogia y fantasía, muchísimo peor.

Esta es la situación que domina el ambiente mediático y político desde el domingo a la tarde, cuando se conocieron los pormenores de los llamados “Panama Papers”, que, entre otras cosas, develaron que Mauricio Macri figuraba como director de una empresa offshore con sede en Panamá.

Desde ese momento hasta ahora se han sabido muchos detalles del asunto divulgados de manera bastante inorgánica por el propio Presidente y por otra gente del Gobierno. Según esas aclaraciones, Macri simplemente llenaba un lugar de un requerimiento burocrático necesario para que Franco Macri —su padre— pudiera abrir, en 1998, esta empresa.

También se supo que el titular del grupo familiar había declarado, ante la entonces Dirección General Impositiva (DGI), la existencia de esa empresa y que esta no habría operado ni siquiera para lo que se suponían que eran los objetivos iniciales, esto es, llegar al mercado brasileño con el servicio de cobros exprés Pago Fácil.

Luego, Perfil dio a conocer otra empresa —Kagemusha— en donde el esquema se repetía, con un movimiento de 1.950 dólares en total. Ambas compañías ya no existen y fueron dadas de baja.

Hasta aquí, y así explicado, parecería que se trata de una nimiedad en la que no merece perder demasiado el tiempo. Sin embargo, en la Argentina, nada es igual a lo que parecería desprenderse del sentido común. Por principio, lo explosivo de la novedad (explosivo en gran parte por el léxico involucrado: “paraíso fiscal”, “offshore”, “Panamá”, “empresa fantasma”, etcétera) no iba a ser dejado de lado así nomás por una oposición ávida de encontrar un filón por donde equilibrar tantos dardos que se le vienen encima con el tema corrupción.

Las citaciones de Cristina Fernández, Julio de Vido, Lázaro y Martín Báez y la detención (con ventilador incluido) de Ricardo Jaime, debían ser contrarrestadas con algo y esto fue un regalo del cielo: poner al Gobierno en la necesidad de dar explicaciones sobre una cuestión que en principio aparece con todos los ribetes de lo sórdido e ilegal es el desiderátum de cualquier político a la defensiva.

Es más llamativa la reacción de algunos sectores de la propia coalición de Gobierno, que han vuelto a dejar solo al Presidente, como ya lo habían hecho en ocasión de los aumentos de tarifas.

Pero lo realmente importante de toda esta ensalada es qué repercusión tendrá en el ánimo social y cuánto capital de apoyo y confianza ha puesto en juego el Presidente. En ese sentido, se han llegado a escuchar análisis que cuando uno les presta atención dice “cómo puede ser que hayamos llegado al punto de que razonamientos como este no sólo tengan cabida en la Argentina, sino que uno tiene que admitir que tienen razonabilidad entre nosotros”.

Por ejemplo, se ha dicho que, frente a la sociedad, Cambiemos tiene un problema, porque como ha trasmitido la idea de la honestidad y la decencia, la gente le tiene menos paciencia cuando ocurren cosas como esta. En cambio —dicen quienes ensayan este análisis— agrupaciones que han tenido con la corrupción posiciones, digamos, más laxas, cuentan con más plafón de la opinión pública, porque de alguna manera esta se acostumbró a que con ellos la cosa sea así.

Es maravilloso: en lugar de que la sociedad le tenga menos paciencia al que no se cansó de “hacerlas todas”, al que realmente acusamos es al que se manda la primera, incluso en el caso de que ni siquiera “se la haya mandado”. Algo muy profundo debe estar pasando en la psiquis nacional como para que ocurran estas cosas.

Sí quedará para la discusión si el Gobierno y el propio Presidente se movieron bien desde el punto de vista comunicacional o si debieron tomar el caso con mayor formalidad. Quizás una de las cosas que Macri y su equipo deberían pensar es en dejar de hacer exactamente lo contrario a lo que se hacía durante el kirchnerismo, sin más razones que no sean que esas cosas las hacía, precisamente, el kirchnerismo.

El uso y el abuso de los medios de comunicación pública que hizo la ex Presidente, con la intensiva utilización del aparato de propaganda paraestatal que había sido creado al efecto, se quieren contrastar ahora con una onda light, que no haga demasiada historia con las cosas y que se conforme con una explicación más o menos bien dada por algún vocero.

Por supuesto que la sobreactuación exagerada del Frente Renovador exigiendo la presencia del Presidente en cadena nacional refiriéndose a su caso personal es un extremo que no pedimos ni recomendamos. Pero quizás una conferencia de prensa, simple, ordenada, aséptica, corta y abundante en documentación habría cortado por lo sano y, en un minuto, tanta especulación, tanta aspiración a estrella (que siempre surge en la mente de ignotos que ven en estas espectacularidades la oportunidad de hacerse famosos) y, sobre todo, tanto malentendido y pseudoespecialistas que hemos visto desfilar en las últimas horas por los medios, hubieran desaparecido.

Es una pena que una circunstancia como esta sea aprovechada para trasmitir a la sociedad la imagen de que todo es lo mismo y, fundamentalmente, que se hayan sacado energías nacionales de la única obsesión que debe perseguirnos: dejar atrás tanta miseria, tanto aislamiento, tanta mentira y tanta frustración. Frustrar una esperanza puede ser el vehículo que muchos vean para salvarse ellos. La sociedad, una vez más, debería ser lo suficientemente perspicaz como para advertir la maniobra. Y el Presidente, lo bastante valiente como para decir la verdad y seguir apostando a que la gente le crea. En esos valores inasibles que muchos —Macri, entre ellos— han definido como “confianza” se halla el secreto para que los años que vienen sean mejores y no peores.