Por: Daniel Muchnik
Se ha dicho, y con razón, que la radio y la televisión tienen un impacto emocional e ideológico más importante, más duradero, más “estomacal” y “ cardíaco” que otros medios de comunicación. La prensa escrita lleva a la reflexión, es de digestión más lenta. Parecen verdades de perogrullo para los especialistas, pero no lo son para la mayoría de la población: gran parte de ella siguiendo los avatares del día por televisión.
De pronto, en medio de un clima de violencia, de crítica constante a los rígidos parámetros de la Justicia que no actúa como uno realmente quisiera, con la presión constante de la inflación, la incertidumbre, la afligente inseguridad, el maltrato, lasdificultades de todo tipo en un país donde la realidad no facilita vivir en el paraíso, un ladrón filmado en plena acción y con abuso de armas, acorralando a un turista. se convierte en luminaria televisiva. Es lo que ha sucedido en un canal, en la tarde del martes 23 de septiembre.
Nadie es dueño de la moral y las buenas costumbres. Pero la sociedad ha recibido de herencia un concepto de moral lo que debe ser el respeto civilizado. Tampoco nadie se anima a guardar la conciencia absolutamente limpia en una cajita en la mesita de luz del dormitorio. Pero hay límites. Que son muy precisos. Es inmoral, es una locura que el delincuente, con otras entradas en oficinas policiales, transportador de drogas y otras delicadezas, es entrevistado y dice que todo lo que hizo fue para congraciarse con su hijo, que cumplía años. Además acusó al agredido extranjero de querer promocionarse. Permitir que el delincuente haya dicho eso sin una dura respuesta de quien lo entrevistaba es convertirse en cómplice de una maldad. Y darle la oportunidad a otros ladrones para ser convocados, como estrellas, a otros programas televisivos. ¿Por qué no?
¿Qué muestra toda esta historia? Que Argentina es el Far West, que hay un vacío institucional de gran envergadura. que se ha roto la cadena de la impunidad y por lo tanto puede pasar cualquier cosa sin castigo. Tampoco hay una frontera bien trazada entre lo que es bueno y lo que es malo. Todos van a robar de ahora en más y de manera salvaje haciéndose el “Conde Montecristo”, para dar de comer a su familia. Pero todavía no hay casas de robo de pan. No. Se roba y se mata, por cosas de valor mínimas o máximas. Y sin miramientos. Robo motorizado con drogas excitantes.
Demuestra, además, el alto grado de denigración de la sociedad. De los valores, de la convivencia, de la naturaleza humana.