Por: Daniel Muchnik
Llegó la orden de desalojo del AFSCA (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual) y Martín Sabbatella, su titular, tuvo que sacar todos sus petates y ordenar a sus seguidores que cubren allí gran parte de los cargos que acaten la decisión presidencial.
Nunca se aclaró el porqué del empecinado atrincheramiento del ex-intendente de Morón, exbravo-militante de izquierdas, elogiado por The New York Times como un funcionario probo que no tenía manchada las manos de negociados oprobiosos. Aquello fue en la década del 90, comienzos de los años 2000. Lo recibían en muchas partes como un modelo, como el intendente ideal. Lo alentaban y aplaudían donde fuere.
Decía entonces que odiaba a otros numerosos intendentes, con los que no podía convivir (Hugo Curto por históricamente sospechoso, Raúl Othacehé por su pasado fascista y otros porque se casaron con la Dictadura). Hizo del recuerdo de las víctimas de los año de fuego una de sus principales banderas. Después aspiró a expandir su movimiento político amasado día a día, a la provincia de Buenos Aires, anhelando la gobernación y cuestionando a Daniel Scioli. No bastó. Quiso crecer y creó como una especie de entidad paralela que apoyaba al Kirchnerismo y nació un nuevo Sabbatella, cada día más enajenado en su compromiso ideológico, cada día más oficialista, más que ninguno. Algo que suele sucederle a los conversos.Designó a dedo a su sucesor en Morón, incorporó a su hermano menor a la militancia.Una mutación que le serviría a algún escritor que siga el estilo de Kafka. ¿ O quizás un regreso a sus comienzos, devoto de la verticalidad, idolatrando a la Jefe o Jefa, festejando sus veleidades? Su final estaba escrito. Formó binomio con Aníbal Fernández para la gobernación. Los ciudadanos le dijeron no, de ninguna manera. No quiso ceder entregando el Afsca, su orgulloso castillo. Manejó la cuestión como un empecinado en dar el gran salto a la gloria. Condicionó a los empleados para que lo vitoreen…
Se convirtió, desde AFSCA es un paladín medieval.
Su argumento es que estaba allí para defender la controvertida Ley de Medios; negó la posibilidad de acceder a radios y empresas de televisión a los críticos del cristinismo, pero favoreció con maniobras especiales a los empresarios amigos del poder. Una especie de segundo Guillermo Moreno (el ex Secretario de Comercio, claro) con sus barrabravas y sus acompañantes boxeadores. Actuó con decidida injusticia. Negó al Grupo Clarín la posibilidad de amoldarse al nuevo régimen y le hizo la vida bastante difícil. Negó pisar tierra con sus proyectos al Grupo Perfil. Llevó odio a todas partes.
De manera descomedida, agresiva e injusta.
Sabbatella tuvo de enemigos a las empresas periodísticas que no eran oficialistas. Las desprestigaba, las consideraba el orígen de todos los males que padecía el país. solamente posible en una mentalidad pueril. No eran los funcionarios del gobierno los responsables de la creciente calamidad financiera-económica y social de los últimos cinco años . Eran las empresas periodísticas- Imposible de creer cuando se vea este proceso histórico en perspectiva dentro de 40 ó cincuenta años. O ahora, dentro de pocos años, si es que reina por mucho tiempo la cordura y la ausencia de gritos y órdenes caprichosas por la cadena de radio y televisión.
Algo sospechoso y sorprendente le está pasando al cristinismo. Siguen viviendo en la irrealidad, Es para pedir diagnósticos a descifradores o psicólogos sociales. El miércoles 23, en el edificio de AFSCA los legisladores de Cristina Fernández de Kirchner fueron a brindar su apoyo contra la intervención y se vieron rodeados de aplausos. Héctor Recalde , Julio de Vido, Leonardo Grosso, Andrés Larroque, Juliana Di Tullio dijeron que con el decreto el presidente Mauricio Macri cercenaba derechos y violentaba la Constitución Nacional, “todo lo contrario de lo que prometieron durante la campaña”.
La Constitución Nacional habilita al Ejecutivo a gobernar por decreto en determinadas situaciones. Cristina Fernández fue la reina de los Decretos de Necesidad y Urgencia, de la misma manera también campeona de caprichos anticonstitucionales. Se burló de los parámetros que equilibran toda democracia. ¿Nadie les explicó que el gobierno de Cristina cesó en el mundo que había fabricado y ahora el nuevo Presidente puede modificar el plano de los ministerios o dejar a un lado a quien no le tiene confianza? El Congreso está en receso, ya habrá tiempo de escuchar las quejas cristinistas.
En los últimos 12 años, a favor de restaurar el orden, el kirchner-cristinismo se puso la institucionalización y el equilibro de los poderes en el bolsillo, atacó a todo opositor y les hizo daño, utilizó a los servicios de inteligencia y a la AFIP para perseguir a quienes a ellos no gustaba. Frente a todo ello, la bancada cristinista abusó y consideró cada decisión gubernamental como el paradigma máximo. Se burló de la oposición, de los que hoy son gobierno, por decisión de las urnas. No cabía otra cosa que Cristina subestimara la diferencia que consiguieron los ganadores contra los que apoyaban a ella. Dijo: “Apenas 600.000″. Sonó tan despectivo como aquel ” yuyo” por referirse a la soja. Le parecía poco. Seiscientos mil pueden representar la mitad de un país mediano. Seiscientos mil fueron los soldados aliados y germanos que murieron en cualquiera de las grandes batallas de dos o tres meses en la definición de la Primera Guerra Mundial, la más sangrienta, a bayonetazos o a tiros.
El mal que está padeciendo el cristinismo es que perdió todo poder y con ello toda perspectiva de la realidad, por lo menos como el que tenía veleidosamente antes. Machacan reacciones casi patológicas como en aquel acto en el que Hebe de Bonafini gritó “Macri es un hijo de puta” y los jóvenes de La Cámpora gritaron y reiteraron “hijo de puta”, gozando lo dicho. Y lo identificaron con lo peor, con otros gritos de “Macri, basura, vos sos la Dictadura”. ¿ Esto hace a la cordura, al sentido común, a la convivencia que clama la nueva administración nacional ? La “grieta” no parece tentada a irse para siempre.