La minera Vale confirmó la falta de clima para invertir

Daniel Sticco

La decisión de la minera Vale de frenar el plan de inversiones por u$s6.000 millones presupuestado originalmente, anticipado en diciembre último y ratificado a comienzos de esta semana, tras haber hundido en el país poco más de un tercio de ese monto, no se explica por la coyuntura externa, sino claramente por la doméstica.

Es cierto que el producto que iba a explorar y explotar, el cloruro de potasio, llegó a valer casi u$s900 la tonelada hace cuatro años y hoy cotiza a menos de u$s400, pero no puede tomarse como disparador de la decisión de la salida, habida cuenta de que la cotización actual más que triplica a la considerada en las pautas del proyecto.

Por el contrario, los cambios que ocurrieron el último año en la Argentina, con medidas cambiarias, comerciales, financieras y también tributarias, superaron con creces todas las previsiones más pesimistas que debe incluir todo proyecto de megainversión, y lo peor aún es que se va en camino de profundizar esa línea, con un impacto sobre los costos presupuestados originalmente que se pueden estimar en más de u$s4.000 millones.

Ahora bien, al dejar el emprendimiento en suspenso, sin quedar en claro si realmente buscará negociar su venta para recuperar el capital invertido, no sólo bloquea cualquier intento del Gobierno de transferir esos activos a otras compañías que podrían estar interesadas en continuar con el proyecto, sino que deja la puerta abierta para avanzar cuando cambie el escenario político-económico. Y eso está bien, porque se sabe, los gobiernos pasan, las personas y las empresas quedan y se multiplican.

Pero en el mientras tanto, se acaba de asistir a otro duro golpe a la ya mínima confianza de los inversores en el país. Esa no sólo se manifiesta en la brecha de riesgo país entre los 1.130 puntos actuales y 171 de Brasil o incluso 723 de Venezuela, que algunos descalifican porque la mide un banco de inversión como JP Morgan, sino peor aún con el salto de la prima de riesgo de default que el mercado sintetiza en los CDS (Credit Default Swaps) que es de 3.056 puntos básicos, frente a 126 de Brasil y 131 de Turquía.

De este modo, ya no se trata de una percepción o sensación de un mal clima para los negocios, sino de un hecho concreto que enciende más luces rojas sobre las posibilidades de avanzar hacia la reactivación de la economía, tras el frenazo de 2012.

Por el contrario, unos 5.000 trabajadores comenzaron el año con la suspensión de tareas en el megaemprendimiento que había contribuido a sostener la actividad en las provincias de Mendoza y de Neuquén y multiplicar empleos en forma indirecta. Ahora pasarán a agravar un cuadro social en franco deterioro.

Los disparadores que desalientan la inversión
Desde el abultado triunfo electoral del Gobierno en las elecciones de octubre 2011 se impusieron medidas que golpearon duramente a la actividad productiva y comercial y por extensión generaron el caldo de cultivo para desalentar los emprendimientos productivos, excepto que contaran con beneficios fiscales y financieros concedidos por el Gobierno nacional.

Se destacan las limitaciones iniciales de la venta de divisas a particulares y empresas, que luego derivaron en un mega cepo, con alguna flexibilidad discrecional para turistas, aunque con un límite impuesto por la AFIP de entre 80 y 100 dólares por persona y por día de permanencia en el exterior.

La exigencia de presentaciones de Declaraciones Juradas de Necesidades de Importación (DJAI), las cuales han alterado el normal flujo de abastecimiento de las empresas, sea de bienes de consumo, o de bienes necesarios para el proceso productivo e incluso de máquinas y equipos que no se fabrican en el país.

La prohibición implícita al giro de dividendos por parte de las empresas radicadas en el país cuyos principales accionistas residen en otro país. Desalentó la inversión nueva por parte de las casas matrices. Sólo se hunden las ganancias generadas en el país, las cuales en este escenario serán menores en perspectiva.

La Persistencia del estado de default, no sólo con los bonistas que no aceptaron las propuestas de canje de deuda en 2005 y 2010 y que se amenazó con no aceptar un fallo desfavorable de la Cámara de Apelaciones de Nueva York, sino también con el Club de París, esto es con los países que en el pasado dieron crédito a la Argentina para financiar situaciones de emergencia y obras de infraestructura. Impide el retorno de Gobierno y empresas al financiamiento barato en el mundo. España acaba de tomar deuda a una tasa de 0,794% anual a seis meses y a 1,363% anual a 12 meses.

La confiscación de las acciones en manos de inversores extranjeros, como Repsol en YPF, sin que mediara compensación económica. Otra mala señal para atraer la abultada liquidez que reina en el mundo para invertir en un país que mantiene un alto potencial de crecimiento.

La suba de derechos de exportación al biodiesel y a las mineras cambió las reglas de juego que habían estudiado los inversores para decidir el inicio de emprendimientos con claro norte en la exportación. Las ventas al exterior de biocombustibles se derrumbaron desde el segundo semestre de 2012.

El aumento de la presión tributaria. La voracidad de gasto público no pudo cubrirse con el impuesto inflacionario que significa la emisión espuria por parte del Banco Central a ritmo de más de 35% al año, sino que requirió también por parte de los gobiernos nacional, provincial y municipal del recorte de los subsidios, la suba de alícuotas de ingresos brutos y sellos, la revisión de los avalúos de la tierra y la no autorización de la actualización contable de los activos fijos por el índice de precios mayoristas.

El congelamiento de precios. Ya no alcanzó la política de precios administrados por parte de la Secretaría de Comercio, sino que también se impuso la inmovilidad para un desconocido set de productos y se estudian más medidas contrarias a un ambiente de competencia y de negocios.

Volver a los libros de los maestros
Una de las primeras enseñanzas que reciben los economistas profesionales es que, como en la vida, en la economía se puede hacer cualquier cosa, menos evitar las consecuencias.

El desborde de la inflación; el freno del crecimiento del PBI y con ello de la reducción del desempleo; la pérdida de competitividad de los exportadores y la suspensión de inversiones relevantes, revalidan esa máxima e invitan a dejar de hacer experimentos con la economía, porque no sólo han afectado los negocios, sino que peor aún a las familias argentinas, en particular a las que se predica que se busca favorecer bajo el slogan de la “inclusión social”.