Es apenas natural que compartamos con los familiares de los militares secuestrados la alegría de verlos libres de nuevo. Nada puede justificar su secuestro por 14 años, sin posibilidad de ver a sus seres queridos, sin asistencia humanitaria, cargando sobre sus cuellos las oprobiosas cadenas que los disuadía de cualquier intento de fuga. Pero, lo que es inaceptable, ética y políticamente hablando, es que la intermediaria, la personalidad democrática, la facilitadora y la vocera le pida al gobierno y a la opinión pública que entendamos esta liberación como un gesto de buena voluntad. Más grave aún, que solicite al presidente de la república que responda a ese gesto con otro que conlleve a la apertura de diálogos de paz sin condiciones. Según Piedad Córdoba, la ex senadora destituida por desbordar sus funciones en los contactos con las Farc, y quien tiene una investigación pendiente en la Corte Suprema de Justicia por la misma causa, el país debe abrirse a nuevos diálogos de paz, el presidente Juan Manuel Santos debe imponerse sobre poderosas fuerzas guerreristas que se oponen a la paz, debe otorgar permiso para que una misión "internacional de mujeres" visite a los "miles de presos políticos" que hay en las cárceles colombianas, y , permitir que se escuche la voz de los "alzados" o "insurgentes" en los debates sobre la ley marco para la paz que en la actualidad se tramita en el Congreso de la República. Como quien dice, "vamos a quedar endeudados" con las Farc, habría que darles las gracias por haberlos secuestrado y luego liberado "sin un rasguño". Hay que agradecerles que al cabo de muchos muertos y de miles de secuestros de civiles y militares, hayan entrado en razón y premiemos sus denodados esfuerzos altruistas avalando una negociación en pie de igualdad con el Estado colombiano. Según Piedad Córdoba y Colombiano(a)s por la Paz debemos: dejar de lado el guerrerismo, como llaman ellos a la política de seguridad democrática con la que el Estado se apropió de nuevo de su función natural de velar, monopólicamente, por el orden y la seguridad de los ciudadanos y gracias a la cual finalmente no pudieron obtener recompensa alguna por los secuestros. También debemos adoptar una actitud de reconciliación para que las guerrillas sean reconocidas como opositoras políticas a las que no se debe castigar penalmente, ni exigirles reparación de las víctimas ni restitución de bienes ni petición de perdón, puesto que ellas luchaban en defensa de intereses altruistas que eximen de toda culpa y dolo sus tenebrosas acciones. Adoptar leyes que sean atractivas para que los "combatientes" se acojan a la legalidad y puedan hacer política por las vías legales, como si no tuvieran que dar explicaciones a la sociedad y al menos ofrecer sus disculpas. Según Córdoba, debemos ser generosos y entender que a ella debemos la libertad de los secuestrados en vez de seguir pensando que se trata de una jugada política mediante la cual, como dicen "los enemigos agazapados de la paz", la guerrilla trata de limpiar su oprobioso historial de crímenes de guerra y catapultarla como la cabeza de un movimiento nacional democrático y justiciero para alcanzar el poder por vía electoral y colocar a Colombia en la senda del socialismo chavista-bolivariano. No, ¡qué cuentos! están muy equivocados quienes así piensan y quienes creen que busca posicionarse para aspirar al Nobel de paz y legitimarse ante la opinión como candidata presidencial. Es decir, quedaremos los colombianos en deuda impagable con las FARC y con Piedad. Han impuesto una lógica según la cual, es guerrerista aquel que no vea en los gestos de las FARC demostraciones de paz. Gradúan de enemigos de la paz y de guerreristas a quienes desconfiamos de las FARC, a quienes vemos en las liberaciones una maniobra política, a quienes pensamos que el mejor indicio de paz por parte de la guerrilla es que anuncie la dejación de armas y renuncie a tomarse el poder por la vía militar. Pagarán un costoso inserto en El Tiempo, según Piedad, firmado por académicos e intelectuales, inspirado en un primer borrador elaborado por un integrante de Colombianos por la Paz que pondrán a firmar a todos los "genuinamente" interesados en la paz, pues hay que pasar del diálogo entre dos personas a un diálogo entre organizaciones y "de cara al país". El aviso será firmado por quienes consideran que las guerrillas se merecen una nueva oportunidad sin condiciones previas, sólo porque hicieron un "gesto de buena fe" al liberar a los secuestrados. ¿Qué vendrá después? Una intensa campaña alrededor de los "prisioneros políticos" del "régimen", como si los guerrilleros detenidos no tuvieran derecho a recibir visitas de sus familiares y amigos, a tener un abogado defensor y un proceso judicial garantista. Y no faltarán los que presten sus nombres para firmar cartas elaboradas en el círculo íntimo de Colombiano(a)s por la Paz, que recogen firmas a la manera como hacían los estalinistas de la Unión Soviética a favor de la paz, utilizando a prestigiosos intelectuales para esconder sus crímenes internos y sus planes armamentistas. ¿Ingenuidad, estupidez, idiotismo? La obra teatral proseguirá con nuevos, interesantes y sorprendentes capítulos.