Por: Darío Epstein
Normalmente se dice que los gobiernos deben tomar las medidas más audaces y controvertidas en los primeros cien días de gestión, que es la luna de miel con los distintos actores de la sociedad. ¿Pero qué pasa si se arranca del día menos cien?
Si tuviéramos que sintetizar los problemas en el sector económico-financiero que aquejan a la Argentina, podríamos mencionar: déficit fiscal y gasto público, inflación, falta de inversión y de empleo privado.
Ahora bien, es tal el descalabro que quedó en el país luego de la gestión económica posterior al 2003 que, para poder trabajar sobre estos problemas, hay que resolver todos los factores distorsivos que afectaron los precios relativos y la inversión. ¡La distorsión es absoluta!
Como dice el dicho: sólo hay una oportunidad de causar una buena primera impresión. Han transcurrido los primeros cien días de Gobierno. Las medidas tomadas tienen tres características: eran necesarias en opinión de “todos” los técnicos, fueron prometidas en la campaña electoral de Mauricio Macri y se han implementado de forma eficiente.
Si preguntábamos a cualquier técnico antes del 10 de diciembre cómo se salía del cepo, la respuesta era: “Con treinta mil millones de dólares”. Esa plata nunca entró y la salida del cepo es un hecho. Si les preguntábamos por los holdouts, la respuesta era: “Hay que solucionarlo, aunque la negociación va a ser lenta”. Otro trabajo casi terminado. ¿Y tarifas? Nadie tenía ninguna duda de que había que subirlas.
Increíblemente, el desgaste y el trabajo que demandó lo ya hecho es la parte necesaria para acomodar los factores económicos, los precios relativos y, a partir de ahí, aplicar algún plan económico integral. Con el objetivo de combatir la inflación se han subido fuertemente las tasas de interés para sacar pesos de la calle. Eso se logró, pero los ajustes de precios relativos siguen empujando la inflación. El costo de esta medida ha sido poner un freno en el crecimiento económico (que ya era paupérrimo), y aún el actual Gobierno se encuentra lejos de cantar victoria en su lucha contra los precios. Las remarcaciones de precio han sido muy duras, un tema de difícil tratamiento.
Por otro lado, los sindicatos han negociado aumentos que no son económicamente sustentables para las empresas. Deberíamos esperar un mercado laboral más duro o negativo como consecuencia de esto. Los sindicatos y las empresas no han mostrado una actitud colaborativa para frenar la inflación, que es la forma de impuesto encubierta más regresiva de todas.
Otro problema a corregir es el déficit fiscal. La manera en que se ha hecho asistencialismo en los últimos diez años ha sido costosa y sin lograr objetivos de largo plazo. Dejo en claro que yo creo que la sociedad tiene que ayudar a los más necesitados. Lo mismo que hacemos como individuos o familias lo hacemos como sociedad. El Gobierno, que es en definitiva el que redistribuye riqueza, lo tiene que hacer en su rol de administrador fiduciario: es empleado de todos nosotros y nos debe rendir cuentas. Eso es clave en una democracia.
La forma en que se mezcló el rol del Gobierno con el del Estado, el uso de fondos para mantener las bases de votantes, los planes entregados en forma ilimitada y sin un objetivo de movilidad social o reinserción laboral, hacen que la sociedad no crea más en estos modelos y que cada uno tire para su lado. Han generado enormes injusticias.
El déficit fiscal es uno de los mayores males heredados. Ello combinado con una plantilla creciente de empleados públicos y falta de inversión. Si sumamos el bajo crecimiento mundial, los problemas en Brasil y las devaluaciones en términos reales que han venido realizando “todos” los países contra el dólar, nos encontramos con un cóctel explosivo.
Pero del lado positivo hay que incluir que el país está altamente desinvertido y desendeudado (dólares de fuente externa), lo que genera oportunidades. Los mercados de capitales, tanto de acciones como deuda, están listos para entrar. Argentina está volviendo a insertarse en el mundo y están pendientes de definición los clusters productivos que probablemente giren en torno a la agroindustria y la tecnología.
En síntesis: los primeros cien días, para emitir un veredicto sobre la suerte de una nueva administración, deberían estirarse a doscientos en el caso de la Argentina, producto de las grandes distorsiones que se están corrigiendo. Habrá que tener más paciencia para juzgar los resultados del actual Gobierno y dar una vuelta de página sin descuidar el flanco débil que seguirá persistiendo: el déficit fiscal, la inflación y el empleo.
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