Por: Darío Epstein
Cuando Walter White, en la serie Breaking Bad, necesita usar dinero para pagar la rehabilitación de su cuñado, pagando terapia dentro del circuito oficial (o sea, con recibo), compra un lavadero de autos. Hasta ese momento, el dinero que ganaba de cocinar metanfetaminas estaba fuera del circuito oficial. Origen del dinero: drogas. Y los gastos sólo en efectivo y sin bienes registrables ni recibos. No tenía forma posible de utilizar el dinero sin ser descubierto. Es decir, ¡el sistema legal estaba funcionando! Por supuesto, para llegar a este paso se asesora con un “simpático” abogado que se mueve en el submundo del delito: Saúl. Más allá de su simpatía, Dr. Saúl es tan delincuente como su cliente, esto debe quedar claro.
Relacionando con el Panamagate: Mr. White no podría haber abierto una cuenta en un paraíso fiscal porque las autoridades de Estados Unidos sancionaron una ley muy estricta, conocida como FATCA, con durísimas sanciones para aquellas entidades y personas que colaboren u oculten información sobre activos de ciudadanos o empresas de Estados Unidos fuera de su país. Y la consecuencia lógica: para abrir la cuenta es imperativo explicar el origen de los fondos y saber que va a ser reportada a los Estados Unidos.
La corrupción se reduciría mucho si desaparecieran las cuentas secretas, amén de la evasión fiscal. La transferencia de fondos no explicada sería virtualmente imposible, en especial si se usan dólares, ya que eso le daría cierta potestad a Estados Unidos de aplicar sus leyes, más no sea por el tránsito de la moneda norteamericana.
Estados Unidos logró, al poner la presión sobre los bancos y los proveedores de servicios de cuentas offshore, eliminar el uso de paraísos fiscales para los sujetos de impuestos de ese país. Claramente la decisión política y el cumplimiento de la ley han sido claves para este avance. Y, por supuesto, la aplicación de multas millonarias a las entidades financieras.
Para ser claro: cualquier ciudadano norteamericano puede abrir una cuenta en Panamá, a nivel personal o a través de una sociedad, pero hay que declararlo. Dentro de la ley, ¡todo! El mundo se mueve en la misma dirección. Lo que los tributaristas llaman el intercambio automático de información. Es la respuesta del resto del mundo a la iniciativa de Estados Unidos.
Liderado por las normas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), más de noventa países ya han firmado este acuerdo. La entrada en vigencia depende de la firma de acuerdos bilaterales, amén del marco general aceptado. Estos están avanzando a gran velocidad y se espera que la mayoría de los miembros estén con acuerdo funcionando para el año 2017.
La idea es que cualquier persona o empresa pueda depositar su dinero donde le plazca, pero que las plazas internacionales sirvan como garantía de estabilidad y secreto bancario, pero no para evitar que una persona pague impuestos en su país de origen, residencia o donde sea sujeto de impuestos. Mucho menos para ocultar activos mal habidos.
El circuito es así: el banco del país donde está depositada una cuenta extranjera, por ejemplo, Suiza, informa a la agencia de impuestos de ese país los datos del depositante: nombre, domicilio, fecha de nacimiento, extracto bancario y ganancia financiera del ejercicio en curso. La agencia fiscal suiza envía la información a su par del país de donde es contribuyente la persona que tiene radicada la cuenta ahí. De esta forma, se evita el uso de paraísos fiscales para la evasión de impuestos.
Hasta ahora, si bien el esquema era ilegal, no había forma de lograr la aplicación de estas leyes sobre la base del derecho internacional y el intercambio de información. Cuatro situaciones claves han hecho que esta práctica vaya a ser desterrada:
1) la lucha contra el terrorismo y la corrupción;
2) la mayor necesidad de recaudación por parte de los países centrales, que son quienes fuerzan el cambio;
3) las nuevas tecnologías, que permiten la aplicación del cruce de información de manera eficiente;
4) la concientización de la brecha pronunciada en la distribución de riqueza de la sociedad.
El mundo cambia. Hasta Suiza, el destino histórico de las cuentas secretas, lo ha aceptado. El Panamagate mantendrá el foco caliente sobre el tema y le dará el apoyo político necesario para seguir avanzando. La única duda que queda es el plazo de implementación, el resto ya está jugado.
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