Por: Diego Guelar
Han sido 10 años –2003-2013– de muy intensas relaciones exteriores para la República Argentina. Comenzamos con nuestros vecinos: le cortamos el suministro de gas a Chile y los puentes al Uruguay; a los franceses les quitamos Aguas Argentinas, el espectro eléctrico y parte de una compañía de teléfonos y otra de gas. A los españoles, Aerolíneas Argentinas e YPF. Claro, todo esto fue en defensa del patrimonio nacional.
A nuestros 40 clientes comerciales más importantes en el mundo les pusimos trabas a sus exportaciones. Para agilizar las medidas aduaneras restrictivas, lo hacemos por “instrucciones telefónicas” del secretario Moreno (así podemos modificarlas diariamente sin la “rigidez” de las leyes y dificultamos su cuestionamiento ante la Organización Mundial de Comercio donde, en forma inédita, nos cuestionan todos juntos).
Con estos instrumentos aspiramos a aumentar nuestras exportaciones a los mismos países a quienes les obstaculizamos las suyas. Petrobras y Vale do Rio Doce, las dos empresas más importantes del Brasil, están yéndose de la Argentina. La mayor inversión China en el país –una fábrica de fertilizantes en Tierra del fuego– está suspendida porque el gobierno le alteró el precio acordado para el gas, su principal insumo. Tampoco adelantan los recursos acordados para explorar petróleo en Vaca Muerta por la falta de seguridad jurídica.
Los EEUU nos han suspendido en el régimen de SGP (Sistema General de Preferencias) por el cual una serie de productos argentinos entraban con muy bajos aranceles dado que, según su interpretación, nos comportamos de “mala fe” con sus exportaciones. A los países amigos agrupados en el Club de París les hemos desconocido sus créditos desde el 2001 y hemos anulado los acuerdos de garantía de inversiones que habíamos firmado con ellos así como hemos ignorado los fallos del tribunal arbitral -CIADI- cuando sus sentencias no nos favorecían.
A los títulos nuevos que emitimos después del default, los ajustamos falsamente con un índice de inflación falso que dibujamos en el Indec. Con todas estas “inteligentes” medidas hemos logrado que 80.000 millones de dólares se fugaran de Argentina durante la última década y que las inversiones extranjeras fueran descendiendo hasta llegar a prácticamente cero en el 2013. Ahora dimos la puntada final: nos convertimos en el país más generoso para atraer dinero proveniente del narcotráfico y otros delitos al que no sólo no gravamos sino que, además, le pagamos intereses.
Por esta medida, encabezaremos la “lista negra” de países llamados “paraísos fiscales”. Tensamos el conflicto con los ingleses, nos hermanamos con Irán y Angola y somos, después de Cuba, los más estrechos socios de la Venezuela chavista. Aunque hubiera que renegociar y ajustar algunas negociaciones de la década anterior, muchos pensarán que no hay argumento para justificar semejante política de aislamiento. Sin embargo Antonio de Oliveira Salazar, dictador portugués, así lo hizo bajo la consigna “orgullosamente solos” y supo gobernar 48 años entre 1926 y 1974. Para aquellos que proponen “Cristina eterna” es un modelo a seguir.