Por: Diego Guelar
El pueblo de Venezuela está dando un verdadero ejemplo de civilidad. La inmensa mayoría, esté de un lado -el chavismo- o del otro -la Mesa de la Unidad Democrática-, muestra su voluntad de paz, democracia y justicia.
Con millones de hombres y mujeres en las calles, sólo una minoría ínfima se expresa en forma violenta.
Queda claro que la única “incitación a la violencia” proviene de la conducción del Estado: el presidente Maduro y los voceros más encumbrados del régimen, que utilizan a las fuerzas de seguridad y grupos parapoliciales y paramilitares para intimidar y agredir en forma salvaje a sus propios conciudadanos. A eso hay que agregarle la agresión económica –56% de inflación y desabastecimiento popular– y la más absoluta y descarada censura a la prensa.
El argumento de la “conspiración fascista” o la “intervención extranjera” son sólo un gesto desesperado ante la incontrarrestable verdad: el régimen chavista está terminado y debe concretar una salida democrática consensuada con la oposición. Las instituciones venezolanas, las actuales controladas por el chavismo, tienen más que suficientes instrumentos para ordenar una transición pacífica que puede desembocar –o no– en elecciones adelantadas. Pero el propio presidente Maduro podría presidir esa transición organizando un “gobierno de unidad nacional” con un programa para enfrentar la profunda crisis económica que padece hoy Venezuela. El primer paso es la inmediata liberación de Leopoldo López, el líder más popular de la oposición encarcelado ayer.
La UNASUR y la CELAC deberían mediar para alcanzar dicho acuerdo. ¿O acaso no lo están haciendo Noruega y Cuba en relación a un proceso tan complicado como son las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC?
Tenemos ahora la posibilidad de demostrar que las instituciones de integración sudamericana y latinoamericana pueden cumplir un rol que vaya más allá de la retórica.
Los próximos días serán decisivos. Si no reaccionamos rápidamente, podríamos tener que hacernos responsables de una tragedia que puede ser evitada.