Por: Diego Guelar
Según la Real Academia Española, Patria es “la tierra natal o adoptiva ordenada como Nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos históricos, jurídicos y afectivos”.
Las naciones en formación o las colonias que buscaban su identidad nacional independiente utilizaron la “Patria” como la exaltación de valores diferenciadores de otros pueblos – vecino o lejanos – muchas veces en forma antojadiza o arbitraria.
Si San Martín y Bolívar se hubieran puesto de acuerdo, hubieran tenido el acompañamiento seguro de O’Higgins, Sucre y Artigas y la “Patria” hubiera podido ser una gran unión hispanoamericana desde 1810 en adelante.
En la práctica, pasadas las gestas constitutivas de la nacionalidad, nos manejamos con conceptos más concretos como “Nación”, “País” y “Estado Nacional” (con “estados provinciales originarios” en los casos de las Federaciones).
“Patria”, entonces, queda limitada a la exaltación de un sentimiento de pertenencia frente al intento de avasallamiento externo en momentos de crisis internas o externas.
La República Argentina, nuestro bendito país, es una amalgama de pueblos, migraciones regionales e inmigraciones tan diversas como la española, la italiana, la árabe, la judía, la china, la alemana, la inglesa, la irlandesa y las más cercanas: uruguaya, paraguaya, peruana, boliviana y chilena.
A ese “crisol” tenemos que agregarle los capitales extranjeros invertidos, los servicios bancarios y otros que operan en el país y se suman y articulan con los emprendimientos de origen nacional.
Si usamos el término “buitres” como el antagónico a “Patria”, veremos que los propios voceros de esta antinomia aclaran que “hay buitres externos e internos…”
Así es muy difícil hacer la lista de quiénes son los “buitres” y los “patriotas” dado que tal calificación es arbitraria. Washington, Bolívar o San Martín eran, al mismo tiempo, patriotas y traidores, según quien los describiera. Los generales Aramburu y Valle, ambos ejecutados ilegalmente podrían ponerse es una u otra lista conforme al gusto del narrador.
Cuando una Nación está consolidada en su identidad, no es conveniente ni necesario usar el concepto de “patria” porque, normalmente, este es el procedimiento para excluir – y muchas veces eliminar – al otro – la “anti-patria” – tal como ocurre en las guerras civiles internas.
No es justo ni sano que hoy, después de más de 200 años de vida independiente, con prolíficas relaciones con la mayoría de las naciones extranjeras y un proceso de integración con nuestros vecinos, hagamos uso de “la Patria” para justificar nuestra defensa o nuestro ataque a la política externa de una administración que es sólo eso: un gobierno transitorio que, por decisión de la mayoría, detenta la administración de la cosa pública.
La “Patria” somos todos. La administración del Estado está en manos de un grupo de hombres y mujeres que deberán rendir cuenta de sus actos. Lo demás, es sólo cotillón de una fiesta que pagaremos por varias generaciones.