Por: Diego Guelar
La política heredó de la filosofía una tendencia marcada hacia la solemnidad. La “seriedad” se opone al “humor”; lo “profundo” a lo “profano”; lo que no es “científico” es “populista”.
Si hubo algo verdaderamente revolucionario en la Constitución Norteamericana de 1782, es la reivindicación de “la búsqueda de la felicidad” como objetivo establecido en su Preámbulo (feliz aporte de Thomas Jefferson).
Dos genios como Albert Einstein y Charles Darwin confesaron en sus autobiografías el imperativo personal de conservar el espíritu lúdico y la curiosidad infantil como un elemento fundamental de la capacidad creadora.
No hay duda que el “espíritu de sacrificio” y el poner los “ideales por encima de la propia vida” han ilustrado las mejores páginas de la Historia pero, muchas veces, el relato argumental ha ocultado el sentido del humor, el instinto erótico y el rico anecdotario de los protagonistas que poblaron los principales episodios de la historia universal, regional y local.
Como protagonista de los 70 puedo dar fe de esa ambivalencia entre lo sublime y lo ridículo de una década rica en contradicciones pero fundacional para los sucesos que vendrían y (aún ) vendrán.
La presidente Cristina -como siempre muy creativa, especialmente en los momentos más difíciles- ha propuesto una nueva contradicción entre “la alegría” y “el silencio”. Falsa de falsedad absoluta.
La Presidente no nos propone “la alegría”, nos propone la mentira, la decadencia y un supuesto “relato setentista” nacional, popular y antiimperialista que repite argumentos que eran “heroicos” hace 45 años. Si bien es cierto que en mucho fueron equivocados, miles de jóvenes arriesgaron sus vidas -muchos la perdieron- por esos ideales. Mi respetuoso homenaje a ellos. Ninguno de sus actuales “profetas” está asociado a ese heroísmo pasado.
El “silencio propuesto el #18F no es otro que la vigilia de un futuro mejor. Ese es el mensaje del reencuentro generacional que millones de argentinos (desde las calles y desde las casas frente a la TV) están formulando a “los que vienen”.
Nadie cree que la Presidente pueda escuchar reclamo alguno. Ella está ciega y sorda (no muda) a cualquier posibilidad de autocrítica o cambio de rumbo.
Ya estamos en el futuro porque el presente es solo pasado.
El gran desafío de todos los que se candidatean a liderar el mañana es entender que, esta vez, tiene que ser en serio por que las energías consumidas nos dejan poco margen para volver a la estafa de la nueva expectativa pública.
La verdadera “alegría” es regeneradora y es una máquina poderosa para crear aspiraciones de cumplimiento posible.
Un mundo en ebullición nos espera para ayudarnos y recibir nuestro aporte, desde nuestra región, para enfrentar los desafíos que el género humano deberá resolver en este siglo.