Hace cinco años comenzábamos la aventura de salir a convocar inversores extranjeros para apostar en la Argentina. En aquel entonces, presentábamos al país como víctima de una eterna paradoja, “The Argentine Paradox”: nuestra tierra es, por sus características estructurales, uno de los mejores lugares del mundo para invertir pero, por distintos motivos, se convierte en uno de los peores destinos de inversión.
Mostrábamos estadísticas de población, educación, diversificación de la matriz productiva, recursos naturales, existencia de mercados sofisticados, tecnología, innovación y muchas otras características distintivas de Argentina. Sin embargo, reconocíamos la cantidad de veces en las que los inversores habían sido defraudados.
Nuestra tesis consistía en que si uno consideraba únicamente aquellos empresarios que habían apostado a la Argentina con un horizonte de “larguísimo plazo” (porque ni largo plazo sería suficiente), encontraba muchas inversiones exitosas: empresas en posiciones firmes en sus mercados y rentabilidades sustentables, aun en tiempos difíciles. En cambio, la mayoría de aquellos que habían invertido en el país por el corto, mediano o incluso lo que solemos llamar largo plazo (siete a diez años), habían sucumbido en nuestras crisis recurrentes o, en el mejor de los casos, habían obtenido alguna ganancia efímera, fruto del azar.
La inversión “multigeneracional” es la clave para sortear los avatares que la economía argentina suele traer. Argentina es un país para invertir más allá de los ciclos, en una paciente construcción de activos productivos y sustentables. Nuestro país genera sensaciones encontradas entre los inversores extranjeros: por un lado, nos conocen y respetan por nuestra historia, por nuestra ciudad de Buenos Aires, nuestra cultura y nuestro potencial de desarrollo económico; pero, por otro lado, sienten bronca ante la evidencia de las oportunidades desperdiciadas. Diferentes son las sensaciones que tienen respecto de otros países latinoamericanos, como Perú, Colombia y Uruguay, que por primera vez se presentan ante el mundo como alternativas de inversión.
En nuestro caso, al principio fue difícil convencer a los inversores, pero de a poco pudimos trasmitir nuestra idea y conseguimos un tímido apoyo de unos primeros valientes. Una vez que se animaron los primeros, se sumaron más y, con el tiempo, logramos concretar una primera operación que fue la compra del inmueble que se convertiría en Plaza Logística Pacheco, el primero de los tres parques logísticos que la empresa tiene en el área metropolitana de Buenos Aires.
Hoy en día los accionistas de la compañía son principalmente familias argentinas y extranjeras que apuestan a un modelo de negocio que garantice la sustentabilidad por varias décadas. Gracias a esta visión y al aporte que sus inversiones hacen al desarrollo de la industria local, la compañía ha logrado obtener créditos de instituciones de fomento y organismos multilaterales como el Banco Interamericano de Desarrollo y la OPIC. Plaza Logística es la prueba viviente de que no nos equivocamos cuando pensamos que la Argentina es viable cuando se apuesta a ella con un horizonte multigeneracional.