Muchas veces las raíces de los problemas se encuentran en lugares intuitivamente lejanos. Esto hace que cueste más encontrar las soluciones e incluso que muchas veces se adopten medidas equivocadas que agravan la situación. Intentaré demostrar cómo ocurre esto con la relación entre la falta de demanda laboral y la problemática de la violencia de género.
Es necesario comprender, antes que nada, la raíz de esta violencia. Los estudios internacionales sobre la cuestión atribuyen una de las principales causas a la desvalorización de la mujer, cuyo rol queda desdibujado en el seno familiar. Es que la mujer, tradicionalmente, ha sido vinculada a una atención más constante de los hijos, lo que genera que muchas veces dependa económicamente del marido. Estos mismos estudios demuestran que cuando la mujer tiene una función extrafamiliar, como por ejemplo un trabajo, lo que le permite tener sustento económico propio, aumenta su autoestima y su valoración. Gracias a ello, disminuye enormemente la posibilidad de que exista violencia de género.
Las mujeres, y en especial las jóvenes, son las que más sufren el desempleo y la precarización laboral. ¿Cuáles son los factores concretos que hacen que no se pueda facilitar mayor cantidad de trabajo para las mujeres? En el sector donde trabajo, la logística, el 90 % de los empleados son varones, este dato surge de una encuesta realizada por la Asociación Argentina de Logística Empresaria (ARLOG) entre varias empresas del sector. La encuesta no incluye el rubro del transporte, donde la situación es aún más extrema. Hoy en día no existen razones objetivas para que exista esta diferencia. Es que la logística ya no es lo que era: ya casi ninguna tarea requiere esfuerzo físico, pero culturalmente el sector no está abierto a las mujeres. Cuando uno pregunta a los gerentes y los directores de las compañías por qué hay tan pocas mujeres en las operaciones logísticas, no tienen casi respuestas concretas y a veces reconocen que ni se lo han cuestionado. En muchas operaciones no hay ni una sola mujer, entonces lo que se genera es una traba estructural: no se justifica modificar las instalaciones para recibir a la primera. Como no se justifica la inversión por una sola, entonces en cada búsqueda laboral se excluye a las mujeres, lo que alimenta un círculo vicioso cada vez más estructural.
En Argentina la mayoría de los ambientes laborales no están preparados para las mujeres, no hay baños ni vestuarios independientes y no hay guarderías infantiles que permitirían a las mujeres trabajar en contacto con sus hijos. Las pocas y precarias guarderías están en los barrios, pero no en los espacios de trabajo, donde deberían estar. Es necesario trabajar en la concientización, en romper las barreras culturales y de infraestructura que atentan contra la inclusión de la mujer.
Hoy en día, existen muchas iniciativas a nivel mundial que buscan concientizar acerca de esta problemática. Esto ayuda a mejorar la situación, pero no es suficiente. Lo más importante para no depender de la buena predisposición de los empleadores es que exista una verdadera vocación de contratar más empleados, es decir, que haya una demanda laboral enérgica. Y lo cierto es que el mercado laboral en Argentina está prácticamente paralizado. No porque no haya trabajo, sino porque no hay un impulso auténtico por parte de la demanda. El trabajo se sostiene gracias a la presión sindical. La demanda laboral se despierta mejorando la productividad y la integración regional, disminuyendo la presión fiscal, ampliando los mercados externos y, sobre todo, fomentando el desarrollo de las PYME y de los mercados en competencia.
Hoy en día hay millones de mujeres que no trabajan, pero no figuran en el índice de desempleo, porque no están activamente en la búsqueda. Esto es así en buena medida porque nadie busca lo que no existe. El resorte del sindicalismo no le llega a la desempleada. Ella depende de una solución de fondo que no aparece: depende de una demanda laboral fuerte, que la valore como factor clave del éxito empresario. Es necesario dinamizar la demanda laboral para que las empresas se interesen en ampliar la base de empleo. Que se movilicen para atraer a las mujeres con salarios y condiciones dignas, con infraestructura adecuada y capacitando a los trabajadores actuales para que aprendan a recibirlas y a tratarlas con respeto. Es así que se va a lograr insertar a más mujeres en el mundo del trabajo, sin forzarlas a que abandonen su maternidad y mejorando su calidad de vida. Esta es, a mi criterio, la mejor forma de combatir la violencia de género: generando oportunidades de empleo aptas para las mujeres, mediante un impulso de la demanda laboral.