Nivel de precios y precios relativos, en perspectiva

Eduardo Curia

Como se sabe, el llamado nivel de precios atañe al desempeño inflacionario, mientras el plexo de precios relativos hace a la asignación dinámica de los recursos productivos. Ambos factores interactúan íntimamente. En el caso argentino, a la tal instancia, la denominamos la “problemática de la doble problemática”.

Fácil de explicar. El país arrastra desde hace años una inflación efectiva elevada, con alguna oscilación; lo que es un problema. A la par, muestra un agudo desalineamiento de precios relativos, respecto del cual, el ligado al severo retraso cambiario real, no es el único, pero, sí, el más rudo; otro problema. Reiteradamente -un clásico de la economía argentina- se usa al cambio nominal como ancla crucial de inflación –cuestión del nivel de precios-, instigando a pleno retraso cambiario real, una tara clave en los precios relativos, y responsable principal de la instalación de la restricción externa. Es la problemática de la doble problemática.

El asunto jugó últimamente en el marco de un cuadro de estanflación estructural: mezcla de inflación con un estancamiento de base. En medio de una distorsión acusada de rentabilidades y de precios relativos, sumando expectativas y la puja de ingresos, la vivaz rotación de estos factores decantó en que, cada nueva vez, los golpes de demanda interna asumidos rindieran menos en materia de activación económica y más en términos de inflación.

Se solía argüir: bajemos el curso inflacionario, y, de paso, arreglamos el incordio cambiario real. Falso. Aun en una desinflación, atendiendo a los ritmos comparados de la inflación en baja y del ajuste cambiario en marcha, no habría que descartar una mayor sobrevaluación real.

¿Qué hacen hoy las autoridades? Pues, por un lado, buscan acotar el ritmo de la citada rotación. El canal clave al respecto: el uso desembozado del cambio nominal como ancla, consolidando el retraso real. Aportan otros medios, como el intento de un mayor encuadre del rubro salarial. Se aspira a que, en tales condiciones, ciertos influjos de la demanda interna, ahora, peguen más en la actividad y menos en la inflación. ¿Y la asfixia de dólares?. Pues, tratan de aliviarla descubriendo las delicias del neofinanciamiento externo.

Aun dados los límites sustantivos de un tal enfoque, se lo entiende hasta cierto punto en tanto capítulo del esquema que bautizamos “Plan Verano”, un plan “de tránsito”, con un horizonte ceñido al 2015. Lo notable es que, de cara al 2016 en adelante, muchas voces enarbolan un planteo similar, posiblemente, buscando un estilo más pulcro.

Así, bastaría con intentar ajustar apenas al cambio real de base, sumando algo de devaluación fiscal, colocando entonces el acento en un supuesto aluvión de dólares asociado a la cuenta capital, alentado por una confianza redimida. De paso, bajo maquillaje, el cambio nominal persistiría como ancla, y el dólar (real) seguiría esencialmente barato.

¿Así se resolvería en serio la problemática de la doble problemática?. Es verdad que las alternativas –vgr., un shock de precios relativos que, a posteriori, derivara en un plan antiinflacionario-, también se las traen. Pero, convéngase que la opción recién comentada, no se libra de serias dudas.