El país está para más, a 30 años de la primavera democrática. Se han generado avances notables en el terreno de derechos humanos pero deterioro en las instituciones. Estuvimos cerca de un tercer mandato consecutivo de Menem y Cristina, y la división de poderes ha funcionado de modo imperfecto. Todo un síntoma de adolescencia republicana.
Tenemos un sistema educativo público y privado muy deficiente. Existe una polarización social importante entre ricos y pobres, mitigada en el kirchnerismo por las políticas populistas de inclusión. Más countries y más villas en una dinámica urbana del tipo feudal. Durante la democracia, no por culpa de ella, ha crecido de la mano de este conflicto distributivo el delito hasta converger hacia valores propios de América latina.
No existe, salvo expresiones parciales, renovación en la política. Otros países como Chile, Uruguay o Perú, con sus deficiencias, están progresando más en la política que el nuestro, con sistemas de partidos más balanceados y armónicos.
El régimen democrático para algunos es una modalidad política que ha funcionado relativamente bien en algunos países anglosajones en 200 de los últimos 5000 años. Para otros es condición necesaria para el progreso pero no suficiente. Creo en el sueño de Alfonsín, Illia y Frondizi. Pero no cabe una efusión de sentimientos sin agenda en estos días de recuerdo. La sociedad exige más a los dirigentes de la democracia y como decía el General: “Los dirigentes a la cabeza o la cabeza de los dirigentes…”