Por: Ernesto Mattos
Según el economista inglés David Ricardo, lo importante en economía política no era estudiar una obra de arte y su relación con la oferta y la demanda porque su “no reproducción” la hacía una pieza única. En cambio una mercancía, como las telas, entraban dentro de las mercancías reproducibles y este proceso de producción implicaba la utilización de los tres factores: tierra, trabajo y capital. De cada una se deriva la renta de la tierra, el salario y la ganancia.
En este último concepto está la clave de la crisis actual, la ganancia. Luego de la crisis del 29′ comenzó un periodo de regulación desde, el centro económico y financiero, Estados Unidos y Europa. Esto supuso distintos instrumentos de política económica que se adoptaron para evitar las consecuencias de la desregulación financiera previa a 1929. Pero la regulación por política económica incentivó el desarrollo y la acumulación de capital, lo cual permitió un desarrollo del capital fijo, o de las máquinas que fabrican otras máquinas, a su vez posibilitó que las nuevas inversiones de las ganancias obtenidas, luego de un año contable, no fueran solo a asientos de contingencias o previsiones; la misma regulación de la economía generó la acumulación de capital que mejoró los procesos productivos y se pudo fabricar nuevos productos con más tecnología y menos mano de obra, o solamente mano de obra para la supervisión de las máquinas, lo que fue creando espacios de exclusión; en cambio, durante el periodo 1933 y 1973 hubo avances para el desarrollo económico y social, en la esfera principal, la de producción.
Las ganancias de la esfera de circulación tuvieron como correlato salarios acordes. Esto posibilitó la acumulación de capital, pero hacia los años 70′ comenzó a tomar mayor relevancia otro fenómeno: la transición de un capitalismo industrial a uno financiero, este último sostenido en el primero. Esto tuvo como necesidad la liberalización de la mayor cantidad de economías caracterizadas por la regulación estatal durante el periodo de oro del capitalismo. Especialmente en América Latina donde la regulación económica había generado empresas estatales o mixtas que a su vez eran competidoras de las empresas de las economías centrales. Por ello fueron necesarias dictaduras cívico-militares y desapariciones, en el caso de Latinoamérica, para implementar el sueño de “libre comercio” que proponían desde los centros económicos como EEUU y Europa.
Entre los años 70′y 80′ se montó una nueva ingeniería financiera que permitió evitar las crisis de la deuda en América Latina en los ochenta, el plan Volcker y el Brady lograron convertir los préstamos bancarios en títulos que comenzaron a pasar de mano en mano, esto fue posible por la necesidad de los EEUU de salvar, una vez más, al sistema financiero. Es el principio de compra de títulos baratos y demandas por sumas irrisorias. El capitalismo posterior a los ochenta tienen las siguientes características: fondos de especulación y trasnacionales con un poder económico que a veces es superior al de un Estado Nación.
En el caso argentino, la dictadura cívico-militar en 1982 modifica y cede el espacio para resolver los diferendos entre Estados o privados, o sea nos pueden enjuiciar en un tribunal extranjero. De allí en adelante surge, acorde a las trasnacionales, el CIADI (Banco Mundial) y los tribunales de NY donde los “fondos buitres” tuvieron el apoyo de la corte suprema de EEUU en el fallo contra la Argentina, que la obliga a pagar unos u$s 1500 millones. Esta nueva ingeniería financiera internacional y nacional tiene como pecado original las modificaciones, en el caso argentino del periodo 1976-2001.
Lo que buscan imponer desde este fondos buitres y empresas trasnacional es que se les aseguren la igualdad de tratamiento de las empresas extranjeras y nacionales; seguridad de la inversión; y libertad, para la empresa, de transferir su capital. Esto fue otorgado durante el periodo de 1976 a 2001.
Estamos ante el poder financiero que acumularon los sectores de la economía real basados en la especulación desde mediados de los años setenta. Este poder económico ha posibilitado que la regulación de 1933 conocida como acta de bancos que separaba los fondos de inversión y ahorro en los bancos para 1999 durante el gobierno de Clinton fuera derogada y posibilitara la fusión del conocido City Group. Este poder financiero en el que 15 empresas trasnacionales concentran el 50% de la producción a nivel mundial ha generado estos distintos mecanismos que permiten a una empresas o fondo de inversión litigar contra un Estado Nación y ganarle o llevarlo a la bancarrota sin medir las consecuencias. Con la complicidad de las 10 economías que concentran el 50% de la riqueza del mundo.
Del poder y concentración económica tenemos algunos casos: en 2004, el grupo estadounidense CARGILL, por ejemplo, hizo pagar 90,7 millones de dólares a México, que fue declarado culpable por la creación de un nuevo impuesto sobre las gaseosas. En 2010, la Tampa Electric Company gano 25 millones de dólares a Guatemala, cuando la emprendió contra una ley que establece un techo para las tarifas eléctricas. En 2009, el grupo público sueco Vattenfall denuncia a Berlín, reclamándole 1.400 millones de euros, con motivo de que las nuevas exigencias ambientales de las autoridades de Hamburgo vuelven “antieconómico” (sic) su proyecto de central de carbón (Le Monde Diplomatique jun-14).
No es sólo el fallo de la Corte Suprema o el fondo de inversión de Singer; es la nueva ingeniería financiera que busca reducir los tiempos de las ganancias a través de la especulación financiera a cualquier precio, aunque eso signifique dejar un Estado en la ruina, la pobreza y la exclusión social. Cuando la Argentina ha impulsado un modelo de desarrollo nacional (ver imagen) que hace ruido en el capitalismo actual.