Por: Fabián Medina
Ante todo debemos entender que un sistema impositivo, expresado de la forma más sencilla posible, es la coordinación de todos los impuestos que rigen en una Nación de forma tal que los ciudadanos tengan previsibilidad y no sientan asfixia constante sobre sus ingresos; mientras que cuando en un país existen un sinfín de tributos descoordinados y en cada momento de la vida del mismo se crean y/o modifican constantemente los tributos existentes pasa a ser un régimen impositivo.
Lo más importante a entender es que en todos los países del mundo la cobranza de impuestos trata de realizarse sobre la mayor cantidad posible de ciudadanos, también en lenguaje técnico se llama “ampliación de la base de contribuyentes”, y puede realizarse de dos maneras distintas.
Una es mediante la no actualización de los montos mínimos sobre los que se deben pagar impuestos, lo cual a través de los aumentos constantes de los precios en forma continua se van incorporando una mayor cantidad de ciudadanos que los abonan. La otra es a través de la eliminación de exenciones (productos, servicios o actividades) lo que a su vez permite bajar la tasa de los impuestos que paga la mayor parte de la población.
Entre las anteriormente expresadas, debemos decir que la primera es potencialmente causante de problemas económicos complejos puesto que nos damos cuenta en el último momento que puede generar casos de aumentos desmedidos de precios, degradación de los ingresos de aquellas personas que viven gracias a una relación de dependencia y hasta una paralización de la actividad económica como consecuencia de la pérdida de valor de la moneda, y dicha problemática puede alcanzar niveles muy grandes.
En cambio, si observamos detenidamente la alternativa número dos, nos podemos encontrar con que una disminución de tasas impositivas puede traer aparejada una baja de los precios de los productos y servicios que se venden en un país e incluso esta baja de tasas puede llegar a tener como efecto posterior una revaluación de la moneda del país y hasta un aumento de la recaudación nacional de impuestos en lapsos de corto plazo para una Nación (hasta 2 años) produciendo una sensación de bienestar en la población y promoviendo la reincorporación de las ganancias de las empresas en el circuito de la producción y no en lo financiero.