Por: Fabián Medina
En nuestro país desde hace ya mucho tiempo se ha establecido un régimen tributario y no un sistema tributario, pero ello se ha acentuado en la última docena de años. Hasta 2003 la presión tributaria era del 23%, mientras que en los últimos meses esta arribó al 46%; la presión total no es ni más ni menos que la sumatoria de los tres estados —nacional, provincial y municipal. Para que se entienda mejor todo ello, podemos decir que por cada 100 pesos que una persona gasta 46 son impuestos.
También debemos reconocer que en los primeros días de este nuevo Gobierno se empiezan a mostrar signos de tratar de enmendar todo esto, los más a la vista son hasta el momento la eliminación de retenciones (que si bien no son parte explícita del sistema tributario en su origen, sí lo son por el monto que representan en la recaudación nacional) y lo que sería la eliminación del impuesto a los vehículos de alta gama. Si tomáramos esta combinación, estaríamos reduciendo la presión en el orden del 3 o 4 por ciento nominal, pero la real en el orden del 6 o 7 por ciento. Sobre el tema también puedo incluir que debería eliminarse un número de 30 a 34 impuestos de los 40 en total que posee nuestro país y que representan el 13% de la recaudación total. Entonces, para decirlo más claro aún en cinco impuestos se concentra el 87% de la recaudación total del país.
Tengamos en cuenta que la recaudación total de nuestro país se encuentra cercana a los 1.500.000.000.000 pesos este año, contra un PBI a precios de mercado del orden de los 3.100.000.000.000 pesos. Todos estos números generan en definitiva cuellos de botella en cuanto a los medios de producción y generación de empleo necesarios para el crecimiento de nuestro país. Producir este tipo de efecto lleva en un plazo más cerca que lejano hacia la tendencia a la recesión con inflación que poseemos.
En el orden de lo necesario en el aspecto tributario debemos ser racionales y previsibles para proveer a nuestra nación de la seguridad jurídica que hace falta y permitir que lleguen las inversiones tan deseadas para el crecimiento de nuestra economía, para salir de una recesión inútil en este momento de la economía global.
Si seguimos reencausando las cosas en este camino establecido hasta ahora, sin menospreciar a los trabajadores —que son quienes más sufren los períodos de recesión e inflación como consecuencia de poseer ingresos fijos—, estaremos todos dispuestos a realizar el esfuerzo que nos pidan, pero si, en cambio, empiezan a establecerse puntos de contactos en los cuales no se incluyan a los trabajadores, será necesaria la intervención que tenga que realizarse para explicarle a la gente cuáles son las medidas que decidan y que todos tomen conocimiento de los efectos que ellas tendrán sobre su forma de vida.