Por: Facundo Chidini
En una nueva sucesión de twits, como suele hacer los domingos por la tarde, la presidente utilizó la red social para manifestar que “la inflación no es un fenómeno de la naturaleza o del Gobierno” y que “solamente a un tonto o a alguno demasiado vivo se le puede ocurrir que los precios los pone o los aumenta el Gobierno”.
Ante estas afirmaciones sumamente reveladoras para la teoría económica mundial, me surgen algunos interrogantes: ¿Cómo pudieron hacer la mayoría los países de la región para crecer a altas tasas y con baja inflación? ¿Sólo en nuestro país hay empresarios demasiados vivos? ¿Cómo puede ser que al comienzo del ciclo K no generaban inflación y ahora sí? ¿La viveza criolla ha sido más fuerte que ellos y se han convertido en “inescrupulosos” que quieren ganar más? ¿No es raro que todos los mercados de bienes y servicios aumenten sus precios y la responsabilidad sea de un grupo económico?
En la semana del aniversario del natalicio de Frédéric Bastiat, vale la pena recordar sus palabras para abordar este tema: “En la esfera económica, un acto, una costumbre, una institución, una ley no engendran un solo efecto, sino una serie de ellos. De estos efectos, el primero es sólo el más inmediato; se manifiesta simultáneamente con la causa, se ve. Los otros aparecen sucesivamente, no se ven; bastante es si los prevemos”. Y además agrega: “Toda la diferencia entre un mal y un buen economista es ésta: uno se limita al efecto visible; el otro tiene en cuenta el efecto que se ve y los que hay que prever”.
Lo que hoy se ve es que existe un aumento generalizado en los precios de los bienes y servicios, por lo tanto el camino fácil es creer que los empresarios malignos aumentan los precios. Por ende se controlan los precios. Para sostener este argumento habría que afirmar que toda la economía está dominada por un monopolio o un oligopolio, para poder aumentar absolutamente TODOS los precios. Esto no sucede en la realidad.
Entonces, para poder entender cómo todos los mercados aumentan sus precios, hay que cuestionarse qué es lo que todos ellos tienen en común. La respuesta es la moneda, en nuestro caso, el peso. De esta manera podemos entender que la causa de la inflación es un problema monetario producido por el Gobierno. Su responsabilidad recae en emitir más moneda que la que se demanda, produciendo una pérdida de valor en el peso y, como consecuencia, el aumento generalizado de precios. El congelamiento de precios de nada sirve, porque la causa es otra. Sólo traerá desabastecimiento y mercados paralelos. Esto es lo que no se ve.
Desde comienzos del kirchnerismo, el Banco Central llevó adelante una política de expansión monetaria acompañada con gasto público, con el fin de impulsar la demanda para que luego la oferta aumente y se estimule la producción. Esto es lo que se ve. Esta política se pudo mantener sin generar presión inflacionaria mientras se incrementó en similar medida la demanda de dinero. A mediados de 2004, la gente empezó a sentirse que ya consumió lo necesario y quería ahorrar, entonces el exceso de dinero comenzó a empujar el crecimiento de los precios. A medida que fueron avanzando los años, el gasto público se fue aumentando a niveles exorbitantes y para financiarlo se optó, en cierta medida, con la emisión cada vez mayor de moneda. Esto trajo como consecuencia los altos niveles inflacionarios que sufrimos en la actualidad. Lamentablemente esto que lo no se ve o no se quiere ver.
Si queremos un país con crecimiento sostenible en el tiempo debemos rechazar a los malos economistas y dirigentes populistas que persiguen beneficios inmediatos seguidos de consecuencias negativas en el futuro y elegir a los economistas y dirigentes idóneos que buscan un gran bien para el futuro, aun a riesgo de un pequeño mal presente. Como también, como ciudadanos, acostumbrarnos a no juzgar las cosas solamente por lo que se ve, sino también por lo que no se ve y cuestionarnos: ¿Quiénes son los tontos que no entienden las leyes económicas y quiénes son los vivos que se benefician de ellas?