Por: Fernanda Gil Lozano
El 8 de octubre de 2006 en Mercedes, Corrientes, fue hallado el cuerpo decapitado de un niño de 12 años, en un terreno baldío. A la izquierda de su cuerpo estaba la cabeza, pelada hasta el hueso, aunque con un barniz de sangre seca, algunos jirones de carne y el cerebro adentro. Después de unas horas se supo que la víctima era Ramón Ignacio González, “Ramoncito”.
Esta noticia golpeó a toda la comunidad mercedina como a las autoridades provinciales, incluso el gobernador, oriundo de esa ciudad sintió algo que lo rozaba, cuando se dio a conocer este crimen y los detalles escabrosos que lo rodearon. Esta ciudad tiene en su espacio el sincretismo de una prolífica religiosidad popular donde conviven, se mezclan y pelean diversos santos, santones, vírgenes, narcotraficantes y tratantes de personas. Están las imágenes de Jesús, el Gaucho Gil, las vírgenes de Itatí, de la Merced, la Desatanudos, del Rosario de San Nicolás, de Guadalupe y un batallón de deidades de religiones afro. Incluso, hay un caso en que una de las vírgenes ha enviado mensajes de texto por celular a sus devotos, cuentan los creyentes.
Las personas que contacté expresaron muchos temores y explicaciones diferentes para los crímenes rituales de Corrientes. La gente rica, de poder, utiliza la fe como canal de expresión de otros desacuerdos, detrás de la fachada esotérica, otros negocios se desarrollan donde la niñez prostituida y el turismo sexual no son ajenos, tampoco la utilización de niños como mulas para pasar las drogas. A veces ocurre que alguien se queda con algo que no corresponde y aparece el cobro disciplinario con los sujetos más vulnerados, mujeres, niños y niñas. Simultáneamente, los sacrificios que permiten obtener sangre pura, se pagan muy bien.
Los delincuentes saben utilizar a su favor la sugestión de una sociedad creyente ya sea en una virgen, un gaucho degollado o el payé (trabajo o brujería hecha por encargo) y gran parte de las autoridades y gente poderosa marca estatus e impone miedo, para muchos respeto, haciendo creer a los demás que su poder está ligado a un aura mística o acuerdos sobrenaturales.
A su manera, Mercedes en estos años volvió a su peculiar normalidad, la tormenta pasó pero las condiciones socioculturales no cambiaron. Corrientes tiene muchos “ramoncitos” pero anónimos.
Todo mi afecto y memoria por aquellos que conocemos con nombre y apellido y los que ni siquiera sabemos nombrar pero tenemos la certeza que existen.