Por: Fernanda Gil Lozano
Hace unos años que no menstruo, desde entonces he tenido tiempo de pensarme y pensar en las hormonas, en todos los medicamentos que me indicaron y rechacé. Y descubrí que el mundo de las hormonas es apasionante: controlan y ayudan nuestra conducta. Son parte esencial en los partos, que creo que es el primer oficio que tuvimos las mujeres: parir, dar a luz y después ayudar a otras a hacerlo. Es esa comunicación única de las mujeres que se produce en algún momento de nuestras vidas. En un parto juegan un papel decisivo la oxitocina, las endorfinas y las llamadas adrenalina y noradrenalina. La oxitocina es conocida como la “hormona del amor”, está presente en el sexo, en el amamantamiento, nos ayuda a “querer” más a nuestro bebé. Los niveles más altos de oxitocina en toda la vida se dan justo después del parto. Las endorfinas son la anestesia natural más potente que existe. De nuevo se encuentran en niveles altos durante el sexo, el embarazo, el parto y cuando se da el pecho. Muy en el otro extremo, la adrenalina y la noradrenalina son responsables de que estés alerta y extremadamente sensible durante el parto. Son la respuesta a los peligros, lo que nos hace estar alerta.
Es difícil detectar cuando rompimos la confianza con la información de nuestro cuerpo, pero diferentes discursos desde la ciencia e interpretaciones religiosas abonaron el camino del miedo y del dolor a una de las experiencias más hermosas que como personas podemos elegir tener. Desde hace muchos años luchamos contra la violencia de género, desde el feminismo, desde los partidos políticos, desde los movimientos sociales, desde los Estados, desde los organismos internacionales y las diferentes religiones, sin embargo, los indicadores muestran que la violencia no baja, por el contrario aumenta.
Me parece que la propuesta misma de “luchar” contra la violencia es paradójica y le da más poder a lo que queremos controlar. Estoy convencida de que en las hormonas y en nuestra capacidad discursiva discriminante, existe una trampa. Las características de la oxitoxina se relacionan con las descripciones y asignaciones culturales que nuestra sociedad impone al género femenino, muy devaluadas por cierto, y sobre las cuales la farmacología masculina ha desarrollado una verdadera campaña de desprestigio a niveles tales como negar la importancia de sus intervenciones en momentos claves de la vida, como es el nacimiento.
Al contrario, las mamás se encuentran con discursos que las alejan de sus emociones e intuiciones, la hacen desconfiar de las certezas de su cuerpo, con lo cual el parto deviene como experiencia médica, con anestesias y cesáreas, muchas veces evitables, madres muy temerosas y alejadas de los procesos naturales, y finalmente imponiéndose el stress con toda su adrenalina que bloquea toda la química del amor y la anestesia.
La adrenalina y la noradrenalina es la química de la caza y la guerra, de los depredadores de ayer y los de hoy: la megaminería y el extractivismo, la devastación sin ningún tipo de cuidado hacia el hábitat y los complejos mecanismos de convivencia que tienen la diversidad de vidas que lo sostienen. Las características y actividades que nuestra sociedad valora y adjudicó al género masculino.
Como mujeres cuesta mucho desandar este camino y valorar aquello por lo cual, entre muchas otras cosas, nos apartaron de los centros de poder. Aquellas que en algún momento pudieron participar del espacio público, tuvieron, seguramente, que reprimir afectos, sensibilidades y comenzar un camino de masculinización que en muchos casos no tuvo retorno: son mujeres que van al ruedo político como “uno” más.
Colonizadas por la adrenalina la alimentan en competencias, en acumulaciones de capital, propiedades y patrimonio. Estos mecanismos sostienen la búsqueda de anestesias afuera por las reprimidas dentro. Son las mujeres que se acuerdan de que lo son, únicamente el día 8 de marzo.
Como revolucionaria del feminismo trabajo por mi identidad cada día, cada mes, cada reunión, cada ley y en cada situación de injusticia. Me alegra cuando encuentro muchas mujeres en un grupo, son más divertidas, charlatanas y creativas. Las mujeres no se deprimen mucho tiempo y tarde o temprano se hacen compinches, a lo mejor sin llegar a una amistad profunda pero si a las complicidades necesarias para conseguir el dinero que no existe, comprar lo que no se puede y sancionar las leyes imposibles.
Sin embargo, todavía hoy nos cuesta encontrar el tiempo para hacer algo exclusivo nuestro y sin culpa. El trabajo de la dominación masculina fue efectivo, trabajar el deseo para nosotras, las mujeres, es todo un acto revolucionario. Aunque parezca loca, mi propuesta es apropiarnos de nuestro cuerpo, recuperarlo, no envenenarlo, rechazar la farmacología patriarcal y trabajar en una cultura propia, sin guerra, en paz primero con nosotras, con los demás viene sola.