Por: Fernanda Gil Lozano
Como muchas otras veces, suceden hechos que te subsumen en el espanto y el dolor. Lamentablemente, en nuestro país, esta experiencia se muestra muy a menudo. Pocas cosas te quiebran y desarman tanto como la violencia hacia los niños. En esta oportunidad quiero pensar un sentido y opinión, más allá de diagnósticos psicológicos, juicios morales, y otras perspectivas muy respetables. Quiero pensar en los Tribunales de Familia, nunca se los nombra cuando suceden estos crímenes, aunque deberíamos, ya que, en muchos casos, encontramos el desatino que las sentencias provocan en sujetos que debieron ser cuidados, protegidos y defendidos.
Cuando estudiamos los femicidios encontramos la inacción tanto de la Justicia civil como de la penal, a su vez, el tendal de víctimas colaterales que estas deficiencias provocan en los núcleos familiares. Cada mujer que se asesina deja niños a la deriva y adultos mayores que dependían de su cuidado. Simultáneamente, diferentes estereotipos sociales llevan a la Justicia de Familia a no revisar los vínculos entre las madres y sus hijos. Por ejemplo, siempre escuchamos “los niños deben estar con su madre”. Me pregunto: ¿por qué? Los niños deberían estar donde se les garanticen sus derechos, no donde se los vulnere. Priscila estaba bien con su padre, ¿por qué el tribunal le sacó la tenencia? Y se la otorgó a una mujer, que aunque fuera su madre biológica, era violenta, evidentemente sin control y con una furia que la llevó a matar a su propia niña a golpes, delante de sus otros hijos.
Todos los vecinos hablaron en diferentes medios explicando los malos tratos que en los últimos dos meses padecía Priscila en manos de su madre. El Tribunal que le asigna la tenencia ¿no debió monitorear esta nueva situación? ¿Qué les pasa a nuestros jueces?
En esta oportunidad su desidia mató a Priscila. En Mendoza dos padres golpearon tanto a una niña de tres años que la mataron. El hospital que la recibió, donde fue abandonada, hablaba de heridas viejas y otras muy recientes. Yo me pregunto nuevamente, ¿nadie escucha, ve o atiende a estas criaturas? Ellas no pueden defenderse, somos los adultos los que debemos intervenir.
Debemos pensar y trabajar en otra acción e intervención de los Tribunales, es urgente que existan otros canales de control y, sobre todo, tomar conciencia de que socialmente estamos muy enfermos, y que solitos, dejando que pase el tiempo, no se cura, al contrario fortalecemos la enfermedad.