Estimado amigo lector, si en este momento le preguntara su conocimiento sobre temas tales como fertilización asistida, alquiler de vientres, matrimonio igualitario, responsabilidad civil del Estado o función social de la vivienda, me juego la vida a que usted está sin lugar a dudas medianamente capacitado para emitir una opinión a la luz de toda la letra que sobre cada uno de estos temas se ha escrito o pronunciado en los últimos días de la mano de la ya famosa reforma del Código Civil de la Nación.
Si ahora le preguntara qué tanto sabe usted de la COPLA, también me la juego con que encarará para el lado de música y me apabullará (Wikipedia mediante) contándome que “es una forma poética que sirve para la letra de canciones populares. Surgió en España en el siglo XVIII y se ha difundido mucho en América Latina”. Pero no, no me refería a esa sino la otra COPLA: a la sigla que sintetiza el nombre de la “Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental”, es decir (tomando prestada la frase al Servicio de Hidrografía Naval) “nuestra frontera con la humanidad”.
Mire, para no complicarle la vida y dejar el resto de la información sujeto a su interés por el tema, sólo le cuento que un montón de gente talentosa, de nuestras Cancillería, Armada y Prefectura, trabajaron durante años (la mayoría de ellos durante los gobiernos de Néstor y Cristina) en la demarcación submarina de nuestra plataforma continental. La Convención Internacional de Derecho del Mar -promulgada por la ONU y ratificada por nuestro país- ha establecido los criterios con los que la plataforma se determina y a partir de allí, científicos, marinos, juristas y diplomáticos argentinos trabajaron para poder presentar en tiempo y forma ante la comisión especial de la ONU constituida a tal efecto la delimitación definitiva de nuestro último límite de soberanía económica en el océano Atlántico, que pasaría de ser aprobada la presentación, de las ya conocidas 200 millas a casi 350 millas marinas. ¿Se da cuenta amigo lector? Mire, se la hago corta: este verano cuando esté con el balde y la palita en la playa, eleve la mirada hacia el horizonte… ¿ve la línea que forman el mar y el cielo al juntarse ? Bueno, imaginando que usted mide 1,80 mts, esa línea está a unas 2,5 millas náuticas de su ojo (46 cuadras), si hablamos ahora de una plataforma continental de 350 millas. ¿Se da cuenta cuánta más Argentina queda aún detrás del horizonte?
Me permito acotarle, y de paso pedirle perdón por si es que ya lo sabía, que allí donde se termina la tierra firme, luego vienen 12 millas marinas de agua (unos 22 km) que son tan argentinos como la Avenida Corrientes o la 9 de Julio. Esta porción del mar se denomina “Mar Territorial”. Luego otros 22 km mar adentro, que se denomina “Zona Contigua”, en la que nuestro país tiene plena jurisdicción por ejemplo para perseguir y penar delitos económicos como el contrabando, o ejercer el control migratorio, etcétera. De allí en más y hasta las 200 millas marinas, la Nación se reserva la exclusividad para la exploración y explotación del mar; esto es sus recursos pesqueros y sus riquezas minerales y vegetales, petróleo incluido. Ahora, tal como explicamos más arriba, vamos por las 350 millas, sobre las cuales si bien no tendremos la exclusividad sobre la riqueza pesquera, sí la tendremos sobre lo que existe en el lecho y subsuelo marinos.
Tiene toda la razón si a esta altura de la lectura se pregunta qué tiene que ver el calamar o el petróleo en Malvinas con el divorcio express o con la donación de óvulos. Claro que tiene que ver, y le diría que mucho. Todos estos temas de una u otra forma están comprendidos en todo o en parte en el Código Civil de la Nación. Aunque a decir verdad en lo que respecta a la protección de la parte sumergida de la patria venimos flojitos de papeles.
Además de talentosos marinos y diplomáticos, nuestro país cuenta con sublimes expertos en derecho marítimo, entre los que me permito citar sólo como ejemplo a César A. Lerena, quien desde hace ya algún tiempo viene alertando sobre las desprolijidades cometidas en la redacción del articulo 235 del proyecto de Código Civil en tratamiento actual en nuestro Poder Legislativo.
Sería un despropósito y una falta de respeto a este jurista que ensayemos en esta columna el análisis técnico de las fallas descubiertas. Créame, amigo lector, que la redacción del artículo en cuestión es cuando menos displicente. Aquí nuevamente vuelvo a remitir al lector interesado a profundizar en el tema por su cuenta, si es que lo desea.
Lo que sí mi interesa remarcar es mi creciente temor al ver cómo se aceleran los tiempos de tratamiento sobre tablas de uno de los pilares jurídicos de la Nación, el que como antes dijimos, atiende cuestiones tan amplias como derechos de familia o soberanía pesquera. ¿Serán acaso tan lúcidos, tan leídos, tan sobrehumanos nuestros legisladores, para tener en claro y estar en plena conciencia de todos y cada uno de los miles de aspectos sobre los que se disponen a legislar nada menos que en un Código que nacerá para durar varias décadas?
Así como con todo derecho, abortistas, antiabortistas, transexuales, divorciados o por divorciarse, parejas de todo tipo ansiosas de tener hijos, hacen oír sus voces en uno u otro sentido, así como la propia Iglesia Católica lo hace, ¿se habrán informado diputados y senadores sobre cuestiones tan relacionadas con nuestra soberanía como las que aquí planteo? ¿Se habrán detenido nuestros legisladores a mirar más allá del horizonte en sus últimas vacaciones?
Si no lo hicieron, si no lo pensaron o si no lo tuvieron en cuenta, sirva esta columna no como una crítica, sino como un oportuno llamado de atención. Le estamos pidiendo a las Naciones Unidas que nos conceda derechos sobre un territorio marítimo que sumado al existente será casi tan amplio como nuestro territorio seco, lo hicimos con fundamento científico, político y estratégico. Demostremos al mundo (de hecho serán los representantes del mundo los que nos dirán que sí o que no) que sabemos qué es lo que estamos pidiendo y que estamos dispuestos una vez que nos sea otorgado a defenderlo, preservarlo y cuidarlo de la manera adecuada. Para empezar dotando a esa enorme extensión marítima de elementos legislativos acordes.
Un viejo político me dijo una vez, ante mi insistencia en concientizarlo sobre las cuestiones marítimas, “¿sabés lo que pasa, pibe?, los peces no votan”. Gracias a Dios ese buen señor ya no es ni tan solo concejal de pueblo. Ahora a nuestros políticos en actividad, a los que defienden el modelo, a los que se oponen al modelo, a los que llegan, a los que siguen y a los que se van, me permito recomendarles: consulten, pregunten, investiguen y luego de eso, y antes de votar, eleven la mirada más allá del horizonte; mucho más allá; aún muchísimo más y cuando ya no puedan divisar nada, sepan que la patria aún se proyecta y se extiende y necesita que ustedes la protejan, la cuiden y la defiendan. Si así no lo hicieran alguien se los demandará, téngalo por seguro.