Por: Fernando Rodeles
La estrategia del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, de hablar diariamente se explica esencialmente por cinco motivos.
En primer lugar, el objetivo personal y poco enigmático de Capitanich de transformarse en el candidato a presidente del Frente para la Victoria que pueda reemplazar a Cristina Fernández de Kirchner en 2015. Una tarea ambiciosa para la que ya se anotaron varios gobernadores K como Daniel Scioli (Buenos Aires), Sergio Uribarri (Entre Ríos) y Juan Manuel Urtubey (Salta), entre otros.
En segundo lugar, se suma la necesidad del Gobierno nacional de tener un nuevo vocero para comunicarse diariamente con la gente. Con conferencias de prensa o sin periodistas como intermediarios, el Gobierno, golpeado por las elecciones, tuvo que modificar su estrategia de comunicación. Y, en esa dirección, buscó un portavoz con imagen renovada que instalara y/o diera respuesta a los temas de la agenda. La imagen negativa de la mayoría de los funcionarios del Gabinete nacional imposibilitó que ese rol fuera asumido por alguno de ellos.
En tercer lugar, un convencimiento personal del propio Capitanich de que lo que no se comunica no existe y que, con una efectiva comunicación de Gobierno, podría conseguir más poder político. El gobernador de Chaco -con licencia- evaluó que el poder que pudiese conseguir no residiría en las misiones y funciones que su rol institucional de Jefe de Gabinete le demandase sino en la habilidad de mostrarse con capacidad de respuesta y cercano a la gente.
No obstante, Capitanich fue muy obvio con respecto a la forma de construir poder porque no disimuló sus intenciones ni aspiraciones políticas. Y en el kirchnerismo hay una máxima histórica: el que anuncia que quiere ser candidato será perseguido por los propios como si fuera ajeno al movimiento. En palabras de Robert Greene: “El ser desinhibidamente franco lo convertirá en un individuo predecible y conocido que resultará casi imposible de respetar o temer”.
En cuarto lugar, la necesidad de ser conocido. Un candidato a presidente puede carecer de muchas aptitudes pero no puede ser un desconocido para la gente que lo tiene que votar. En esa dirección Capitanich buscó tener una exposición elevada en los medios de comunicación. Hablar todos los días por la casi cadena nacional que tiene garantizada todas las mañanas con Crónica TV y C5N no es poco. Entre esos dos canales el actual jefe de Gabinete se garantiza todos los días a la mañana una llegada aproximada superior a las trescientas mil personas. Aquí no se cuentan repeticiones y otras coberturas de programas.
Sin embargo, las tácticas elegidas para elevar su popularidad no han sido las mejores. Por un lado, hubo un error de diferenciación entre rueda y conferencia de prensa. Las ruedas de prensa suelen ser algunas pocas preguntas al entrevistado a la salida de algún evento y sin preguntas pautadas ni orden preestablecido. Las conferencias, por el contrario, tienen una duración y el orden de preguntas establecido previamente.
Carlos Vladimiro Corach, ex jefe de ministros de Carlos Menem, utilizaba las ruedas de prensa y hablaba todas las mañanas desde su casa. Corach respondía siempre pero lo hacía en un contexto de apuro. Respondía desde su casa a más de diez movileros que preguntaban a coro sin un orden y, muchas veces, pisándose entre ellos. Corach utilizaba el desorden y respondía lo que más le convenía. Y, como lo hace actualmente el técnico de River Plate, Ramón Díaz, cuando se complica la entrevista saludaba con una sonrisa y se alejaba. Esa era una estrategia que le permitía estar al día con la prensa y manejar los tiempos de la entrevista.
Con las conferencias de prensa, Capitanich permite que los periodistas pregunten relajados en la sala de conferencias. Esa metodología, sumada a la falta de información que suele tener del resto de los Ministerios, lo ha llevado a contradicciones y a innecesarias peleas con los periodistas. Prueba de ello es el último anuncio del jefe de Gabinete donde le comunicó a los acreditados a la Casa Rosada un cambio en las conferencias. Les propuso “realizar conferencias de prensa en general cortas, con rotación de tres preguntas por día, que no se repitan, así podemos tener una interacción que sea conveniente para quienes nos escuchan”.
En quinto lugar, la posibilidad de estar en una especie de campaña permanente donde Capitanich monopoliza la comunicación del Gobierno para hablar de todos los temas. La comunicación permanente le permitió anunciar numerosos cambios reclamados por la dirigencia y medios de comunicación. Fundamentalmente impulsó el diálogo con periodistas y gobernadores opositores, entre ellos, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri. Un efecto positivo de su “omnipresencia” mediática es que empezó a ser medido por las encuestadoras para las presidenciales para 2015.
Sin embargo, el nuevo estilo de comunicación que esencialmente implicó que Cristina depositara en Capitanich el rol de único vocero, no es compartido por todo el Gobierno. La mayoría de los funcionarios estuvieron acostumbrados a no hacer declaraciones y, en consecuencia, piensan que es muy difícil mantener la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Hasta el momento las correcciones y contradicciones que tuvo que realizar el jefe de ministros parecen darle razón a sus compañeros de Gabinete.
En resumen, el chaqueño eligió el camino de la exposición permanente. Necesario pero, hasta el momento, con una táctica equivocada. Una estrategia que lo obliga a hablar sobre diferentes temas, aun cuando muchas veces no son relevantes, que lo llevan a contradecirse y, en consecuencia, generar un desgaste de su imagen.