Por: Fernando Rodeles
Desde 1999 que me dedico a la comunicación política. Ingresé en ella por un hecho triste como fue la pérdida de mi padre. Con 37 años trabajé para casi todos los partidos. Con el kirchnerismo (nueve años a favor y uno en contra), el peronismo disidente, algo para la Unión Cívica Radical y el PRO. Como dije alguna vez, desde la época en que “Mauricio Macri vendía autos”. En los últimos años de profesión me tocó hacer algunas acciones positivas, con mayor y menor éxito, pero siempre cumpliendo con lo planificado.
Este domingo, según a quién se le pregunte, fui protagonista o espectador de lujo de un momento histórico para la Argentina. Eso importa muy poco, porque en estas elecciones ganó la política en su esencia más pura por sobre cualquier gurú, estrategia, encuesta y análisis. Fue un premio al esfuerzo y al trabajo. Lo viví de cerca gracias a una colega histórica que me invitó a participar del final de la campaña de Ramiro Tagliaferro, quien, junto a su esposa, María Eugenia Vidal, ganaron la Intendencia de Morón y la provincia de Buenos Aires.
Con 16 años de profesión y otros tantos de vida universitaria, puedo decir que ellos son un ejemplo de la clase media trabajadora tantas veces postergada en nuestro querido país. Ambos hijos de padres laburantes que soñaban con que sus descendientes estudiaran para que pudieran ser alguien en la vida. Me sentí identificado cuando Tagliaferro, en un festejo en el oeste de la provincia de Buenos Aires, alejado del más coqueto Costa Salguero y Asia de Cuba, recordó a su padre y agradeció a su madre que lo apoyó para que pudiera estudiar y se pudiera pagar la facultad. Más tarde, cuando llevó a Vidal al búnker de Castelar, dijo: “Lo que más me pone feliz es que me votaron en los barrios más pobres de la provincia y en mi barrio”. No se puede acusar de demagogia a alguien que lo dijo sin ninguna cámara delante, ya que, además de los celulares de los militantes, no había ninguna en la madrugada del lunes.
Mauricio Macri no fue ajeno a este hecho político histórico. Los nuevos asesores no deben sorprenderse de que los grandes medios no le reconozcan al dirigente las cosas. Así se endurecieron los medios que tuvieron que dar una batalla cultural en estos años para no caer en el periodismo militante y los periodistas que debieron forzar su mirada crítica hasta el final. Pero, como le señalé a uno de ellos, el mejor éxito de Macri ha sido rodearse de profesionales y armar equipos. Incluso corregir públicamente errores propios y ajenos. Ese Macri es el que más se deberá explotar de cara a lo que viene y el que lo consagró como un líder político. Él (exclusivamente) la eligió a Vidal, otra vez, y no lo defraudó. Ella, con la camiseta número 10, se puso la 5 y se fue a caminar la provincia.
Los que eligieron a Cambiemos no votaron, como les gusta decir al kirchnerismo de paladar negro, a la derecha o al radicalismo gorila. Suponiendo esa tesis, debemos decir que también votaron a muchos dirigentes que se criaron con los valores del peronismo de Domingo Perón y Evita. Los auténticos. Los que piden la cultura del trabajo, el esfuerzo y el progreso social. Los que pierden y se vuelven a levantar. Los que no se olvidan de dónde salieron.
Empieza una nueva Argentina y, esta vez, en gran parte del país parece que ganaron los buenos.