El reciente fallecimiento de Margaret Tatcher reactualiza para los argentinos la guerra de Malvinas y para los súbditos ingleses, irlandeses, escoceses y galeses el efecto devastador de las políticas neoconservadoras. Única responsable del ataque nuclear al crucero general Belgrano que navegaba fuera de las aguas comprometidas en el conflicto y de la muerte de 628 argentinos.
Sobre aquel conflicto desigual mucho y bueno han producido los académicos -historiadores, politólogos, juristas-, pero las novelas históricas, cuentos y relatos aportan con la imaginación miradas distintas que contribuyen a establecer nuevas dimensiones, parámetros que reúnen el corazón a la razón, la sensibilidad al juicio.
Kelperland, novela publicada Daniel Santa Cruz, se sumerge en las consecuencias no queridas, en los daños colaterales, aquellos que acompañan para siempre a los actores, que reúnen el azar a la necesidad, que sobreponen las coincidencias a las determinaciones.
Es la ventaja de los relatos literarios sobre las ciencias sociales: los espacios son mayores, los territorios infinitos y los actores circulan en esta topología desconocida sujetos a su memoria implacable y a la circulación de extraños que viven un tiempo diferente pero en un espacio limitado.
Marcados por el destino común de muerte, derrota y humillación la fraternidad reúne a los náufragos pero también alcanza verdades crueles, miserias pasadas se desvelan y permanecen en suspenso hasta que el azar reúne algunos protagonistas en otros espacios, bajo otros climas donde las circunstancias desplazan cualquier cálculo.
Han transcurrido treinta años desde el regreso de la democracia al país y un año más desde aquellos episodios. Acaba de aparecer el doble volumen que Juan José Cresto ha dedicado a la Historia de las Islas Malvinas, tal vez el estudio histórico más completo sobre la cuestión. Y junto a este esfuerzo erudito el texto de Daniel Santa Cruz ofrece la mirada singular del romancero: las subjetividades atravesadas por sentimientos de culpa, coraje, desolación y miedo, la guerra prolongada durante décadas en la memoria, oculta en los pliegues de vidas cotidianas que no pueden esquivar nunca su presencia.
Cresto despeja cualquier duda acerca de la legitimidad de los derechos argentinos en las islas y Daniel Santa Cruz exhibe descarnadamente la crueldad de ésta y cualquier guerra. En el medio la decisión de ocupar las islas y el uso de armamento atómico mientras se proclama la necesidad de evitar su proliferación. Hipocresía común en las potencias dominantes y vidas desgarradas entre los dominados.
En esta reflexión única política y estética a la vez, histórica y teleológica, la trama que ofrece Santa Cruz ilumina la dimensión que opaca la gran historia, las pequeñas vidas condenadas a vivir un momento que dura para siempre.
Con ritmo de novela policial pero sin privarse de explorar territorios ajenos a ese estilo, la novela desenvuelve una trama que agrega al ritmo una escritura reflexiva atenta a cada personaje y a cada momento.
Se dice con frecuencia -y con razón- que Malvinas es una herida abierta en la sensibilidad argentina. En esa lenta decantación de identidad nacional esta novela de Daniel Santa Cruz aporta una mirada rica y necesaria para que la ciencia y la conciencia caminen pari pasu en la reconstrucción de nuestro pasado.