Por: Franco Moccia
La construcción de una Nación con verdadero potencial y desarrollo no puede ser concebida a partir de la aplicación de políticas cortoplacistas que sirven sólo como paliativo temporal. Lamentablemente, en Argentina nos estamos acostumbrando a que esto suceda y es por eso que no sabemos bien hacia dónde vamos.
Sólo basta mencionar el problema energético para demostrar que no hay previsibilidad en la Argentina. El ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, confirmó que los cortes de luz seguirán, pero no dio detalles de cómo evitarán que se repitan en el verano 2014/2015. Desde hace años la demanda de energía viene siendo mayor que la oferta y el déficit sigue sin resolverse a pesar de los millones que se gastan en importación de energía. Así no existe visión. Y no se ve el futuro. Más allá de las próximas elecciones. Bajo la premisa del cortoplacismo se esconde la peligrosa consecuencia de hipotecar el futuro.
La Argentina en los últimos años tuvo la posibilidad de comenzar un proceso de desarrollo sustentable y de largo plazo, pero las decisiones del Gobierno Nacional no vieron la oportunidad. No se proyectó un futuro. ¿Qué política de Estado se le viene a la cabeza en este momento? Sacando la Asignación Universal por Hijo, que es una política pública buena pero de corto plazo, no hay proyectos de largo alcance.
A esta altura de nuestra historia es hora de que comencemos a planificar un futuro ordenado y encaminado hacia el progreso. Para ello es necesario realizar una medición honesta y un diagnóstico exhaustivo que permita conocer la verdadera realidad en la que vivimos. A partir de esta base podremos diseñar y seleccionar políticas públicas que respondan a esta realidad. Y, por último, implementar mecanismos que permitan medir la efectividad de las mismas y sus resultados.
El desarrollo de un país está estrechamente relacionado con su propia capacidad para implementar políticas públicas. La Argentina tiene algunos ejemplos de que esto es posible. Pero uno merece ser recordado todos los días. Un estadista que no solo supo cómo y cuándo implementar políticas públicas exitosas sino que, además, sus beneficios rindieron frutos en los años siguientes. Inclusive cuando ya no pudo ganar más elecciones. Este ex presidente tuvo la lucidez de analizar perfectamente la coyuntura en la que le tocó gobernar para luego diseñar un programa de Gobierno que llevo a la práctica con mucho éxito. Este personaje transformó el país que recibió y le dejó marcada la huella que seguiría (y seguirá) por muchos años más. Esta persona, hoy todo un prócer: Domingo Faustino Sarmiento.
El padre del aula fue también el padre de las políticas públicas en el país. Fue el primero en realizar un censo nacional para conocer las condiciones, fortalezas y problemas de la sociedad argentina de la época; intentó democratizar el campo argentino fomentando la división de las tierras en pequeños productores; comenzó un plan de desarrollo de transporte y comunicación a nivel nacional y realizó un trabajo incomparable en el ámbito de la educación. En base a los resultados del censo, creó un diagnóstico y construyó el sistema de escuelas normales dotado de maestras con alta capacitación y apoyó fervientemente la promulgación de la Ley 1420 de educación común, laica, gratuita y obligatoria, para combatir el problema del analfabetismo. Sus políticas públicas fueron concretas, se pudieron aplicar y tuvieron resultados excelentes. Como ejemplo, hacia 1869, mientras Sarmiento gobernaba, se sabía gracias a su censo que el 77% de la población Argentina era analfabeta. Datos de 1914 demuestran que esa cifra se redujo al 35% de analfabetos a pesar de que en ese período la población se triplicó como consecuencia de las corrientes inmigratorias que en su mayoría llegaron sin saber leer ni escribir. En esa época, países desarrollados de Europa o Estados Unidos tenían un índice de analfabetismo menor que la Argentina, pero el porcentaje de reducción que se logró en nuestro país luego de las políticas educativas implementadas fue similar. Estados Unidos, por ejemplo, logró reducir su tasa de analfabetismo del 20% en 1870 al 6% en 1920.
La aplicación de políticas públicas de largo alcance es posible si existe liderazgo, valentía para hacer un diagnóstico honesto y adecuado, creatividad para buscar la solución a implementar para resolver el problema y un equipo con capacidad de gestión para persistir y alcanzar objetivos. Sólo mediante el desarrollo de políticas públicas, en base a diagnósticos honestos y certeros, con ideas creativas para solucionar los problemas, con equipos profesionales con capacidad de gestión y persistencia, es que podemos construir una Argentina más justa y pujante. Sarmiento nos demostró que esto sí es posible en la Argentina.
El futuro depende enteramente de quienes deciden hoy. De quienes pueden implementar políticas públicas. De quienes, como Domingo Faustino Sarmiento en la segunda mitad del siglo XIX, aceptan el desafío. Y persisten.