Por: Franco Rinaldi
Cuando en todo el país, y pocas horas después alrededor del mundo, se vieron las imágenes del vuelo 2708 de Aerolíneas Argentinas operado por Austral Líneas Aéreas, se armó un escándalo de grandes proporciones que tiene algunos efectos positivos.
El primero de ellos es que la nacionalización del hecho, por la potencia amplificadora de la televisión, trasladó un tema poco televisivo o mediático como es la seguridad aerocomercial, con excepción de los accidentes, al centro de la escena del debate público.
Ese efecto es positivo por todo lo negativo que hay detrás de un escándalo semejante y al que se le corre levemente el velo. Esto, además excederá a Aerolíneas Argentinas. Más directo: los problemas que producen estupor masivo en la opinión pública producen automáticamente reacciones de los responsables de esas áreas. Tiene efecto en la accountability. Tanto es así que la primera decisión la tomó el propio gerente general de la línea de bandera: expulsar a los pilotos del escándalo y realizar denuncias penales, más una sanción, como mínimo desproporcionada y a mi juicio injusta e ilegal, contra Vicky Xipolitakis.
El segundo efecto positivo es que definitivamente ante problemas estructurales que se advierten en Aerolíneas Argentinas (AR) es mejor que se hagan públicos a que no. En parte por las consecuencias de lo anteriormente mencionado y además porque produce un efecto sobre la responsabilidad de sus propios empleados. Definitivamente un comisario de abordo o jefe de cabina, o incluso un tripulante del más bajo rango, en el vuelo que vea una situación así al menos en el futuro cercano difícilmente lo permita. Todavía más complicada se pone la situación para los pilotos que en el futuro planeen invitar pasajeros sin autorización (clearance) a la cabina.
Todavía más, la gestión y la opinión pública, en lugar de criminalizar a Vicky Xipolitakis debería agradecerle y también a la cadena de eventos posteriores, porque filmó algo que la opinión pública necesitaba saber. El mismo nivel de descontrol en dos etapas clave de cualquier vuelo, como vimos en el despegue y aterrizaje, solo por mencionar los momentos más graves, sin filmación pudo haber pasado decenas o cientos de veces, con el mismo nivel de peligrosidad para los pasajeros, sin que lo sepamos. Sin la filmación podría seguir pasando con total impunidad. No es que hoy no pueda volver a suceder, pero es cierto que como mínimo por la presión pública ejercida por la noticia es más difícil.
Como ya mencioné públicamente en reiteradas oportunidades, estas prácticas han sido frecuentes en la gestión y la sintomática de una empresa fuera de los controles estandarizados de la industria en el resto del mundo. El transporte aéreo de pasajeros es el más seguro del mundo, no solo por los avances de la tecnología y la confiabilidad de las aeronaves hoy en día. Sino por su eficiente e inapelable sistema de control. La gestión actual de AR, empezando por el abogado Recalde, se mostró desde el principio reacia a los controles. Tanto es así que durante años la gestión alegremente no presentó balances. Esa trampa hizo escuela hacia adentro de la empresa y es lógico que así sea. Si los empleados de la compañía perciben como naturalizado que su CEO incumpla muchas de sus responsabilidades como modus operandi, ¿por qué ellos no habrían de imitarlo?
Así están los expedientes de los pilotos que fueron encontrados en servicio con sustancias no permitidas e incompatibles con el pilotaje. Fueron reincorporados. Está el caso de los tripulantes que fueron descubiertos con contrabando en el aeropuerto de Roma. Está la penosa respuesta institucional, ordenada por Recalde, negando la cuasicolisión de un Airbus A340 de AR en Barcelona, etcétera.
El caso de la Bikini Model, como lo llamó el USA Today, puede ser visto de dos maneras. Una sirve para hacer rating y programas televisivos de espectáculo. Otra forma, tomar conciencia de la peligrosidad, además del costo económico que significa no tener gerenciamiento correspondiente a una aerolínea normal.