Les guste o no

Gastón Recondo
Julio Cesar Falcioni llegó a Boca hace 20 meses. Aquel Boca estaba realmente preocupado. Si bien la tabla de los promedios no lo mostraba en la zona roja, existía la certeza de que a mediados de 2011 el panorama cambiaría. No era el equipo más comprometido de todos, tampoco el menos preocupado. Refugiándonos en la matemática, los 28 puntos del Torneo Clausura 2011 valieron oro. Lejos de ser elogiado por aquella campaña de mitad de tabla, Falcioni fue mirado de reojo. El descenso de River y el retiro de Palermo distrajeron la atención lo suficiente como para que el entrenador tuviera el tiempo necesario para elaborar un equipo a su gusto. Los resultados lo acompañaron, Boca no perdió más y fue campeón invicto. Riquelme evidenció una mayor motivación y el equipo se acostumbró a jugar y ganar tanto con él como sin él. Los jugadores fueron responsables de semejante campaña, aunque no tanto como el técnico, quien, fiel a su perfil bajo, se hizo a un costado para que los flashes destacaran a los demás. Los que a comienzos de 2011 eran severamente cuestionados y hasta descalificados habían conseguido demostrar que Falcioni sabía muy bien lo que hacía. Ya nadie reprochó los arribos de Orión, Somoza, Erviti, Cvitanich y Sosa. De repente, parecía que nadie se había quejado por sus contrataciones 12 o 6 meses atrás. Julio prefirió el silencio. Un silencio que se rompió apenas comenzó la Copa Libertadores de este año. En Venezuela, mientras se producía el debut xeneize, Falcioni se dio cuenta de que su liderazgo estaba en jaque. Algunos de sus dirigidos obedecían más al 10 y capitán que a lo propuesto por el entrenador, y entendió que era un camino de ida. Y se plantó. La turbulencia duró algunos días más, hasta que el equipo empezó a ganar, avanzando tanto en el torneo local como en la Copa, sin descuidar la Copa Argentina. Boca iba a paso firme en los 3 certámenes. Faltando 3 fechas para el final vino el derrumbe. Un empate en cancha de Banfield con un hombre de más casi todo el partido, derrota con goleada y baile de local ante el nuevo campeón, Arsenal, y una triste imagen en San Pablo entregando la final de la Libertadores casi sin pelear. En todos estos partidos estuvo Riquelme, hoy el gran ausente, aunque omnipresente. Los fanáticos de Román no admiten que su ídolo pueda equivocarse, mucho menos que no tenga la misma gravitación en el juego que hace 5 años. Para ellos será un fenómeno por siempre, y al que se interponga en el camino de sus voluntades personales intentarán destruirlo. Hasta daría la impresión de que si es Boca el que tiene que perder para que Riquelme tenga su "merecido reconocimiento", que así sea. Allí se terminan todas las discusiones. Contra semejante grado de obstrucción racional, solamente producida por el fanatismo existente en el fútbol, nada se puede hacer. Salvo que seas Falcioni. Hace falta tener mucho coraje, inquebrantable paciencia, hombría y orgullo para mantenerse firme. Fue evidente el destrato que recibió el entrenador durante el último mes. Cuando aparecen rumores tan desagradables, ofendiendo a una persona en su integridad moral y ética, decencia y honestidad, no hace falta ser un científico para advertir que había gente dentro de Boca que esperaba y deseaba una derrota frente a Racing para liberar la zona. Lamentablemente para ellos, la jugada les salió mal. Boca obtuvo más del 60 por ciento de los puntos en estos 20 meses, ganó un campeonato invicto, jugó la final de la Libertadores y se quedó con la primera edición de la Copa Argentina. Y aunque muchos lo hayan perdido de vista, hoy figura segundo en la tabla de los promedios. Todo esto de la mano de Falcioni. Les guste o no. ¿A quién le hizo tanto mal Falcioni en Boca? ¿Por qué tanto maltrato? ¿Por qué no dan la cara los que desean su despido? Será, acaso, que les falta el coraje que a Falcioni le sobra.